— ¿Y bien? —la voz de su Hermana
lo saca de sus ensoñaciones. Era una voz ronca y pastosa, cuando hacía unos
años era más melodiosa y femenina. Cosas que pasan por abusar del alcohol y el
tabaco—. Todavía no me has dicho qué haces aquí.
Las maletas aún estaban
amontonadas sin ningún cuidado al lado de la puerta del recibidor. No era
propio de John hacer esas cosas; siempre era minucioso con lo que hacía y
ordenado. Él mismo habría supuesto que sería fuerte, que estas pequeñas
vacaciones iban a ser como otras cualquiera, como la convención en Oxford, pero
le dolía demasiado el corazón. Le duele haber dejado a Sherlock sin despedirse,
sólo con una triste e inquisitiva nota. Volvería —‘’Por supuesto que voy a hacerlo. Nunca lo dejaré’’—, pero no sabía
cuándo, y estar lejos de él a pesar de lo mucho que le había hecho padecer
últimamente le mataba.
—Lo siento —musita—. ¿Tanto te
molesta que esté aquí?
—No es que me moleste… —responde
Harry en largo suspiro, levantándose del sofá y dirigiéndose a la cocina—. Es
que no te esperaba, y no es normal en ti no avisar —vuelve al salón con dos
cervezas, pero John hace un gesto negativo y educado con la mano y vuelve a la
nevera a dejar una—. ¿Estás bien, hermanito?
—No me llames así… —reprocha John.
— ¿Qué? Eres mi hermano. Es mi
privilegio personal poder hacerlo.
John suelta carcajada
reconfortante. Hacía tiempo que no se reía con ganas. Pocas veces acudía a su
hermana, y si nos tornamos al pasado, casi nunca; demasiadas indiferencias de
conducta y moral. Pero cuando Sherlock se fue, ella mostró un interés y una
preocupación por su bienestar que no había visto desde que eran pequeños, antes
de que ella se fuera alejando poco a poco en dirección de un camino de madurez
opuesto al suyo.
De pequeños eran uña y carne,
inseparables. Se contaban todo, se ayudaban mutuamente, se defendían en el
colegio… Harry tenía carácter y John era tímido y solitario, siempre con el
ceño infantil fruncido por si alguien le regañaba porque sonreía, algo que con
los años fue cambiando y se convirtió en un chiquillo sonriente, feliz,
despreocupado pero centrado. Ella era la protectora de la pareja de hermanos,
siempre un paso por delante y a la defensiva por si alguien le decía algo malo
a Johnny. Al llegar la etapa del instituto, algo los distanció. John no sabía
si era la madurez, las pocas personas con las que se rodeaba Harry u otra cosa.
Al principio se cruzaban por los pasillos y se sonreían, se saludaban o
simplemente alzaban la mano a modo de saludo. Luego John se fijó en que su
hermana pasaba de largo y giraba la cabeza para no ver cómo él le dedicaba una
tímida sonrisa. Vestía de una manera salvaje y empezó a fumar, y John se
preocupaba por ella, pero al verla tan cerrada con sus problemas y chillándole
cuando él quería darle consejo u ofrecerle ayuda, dejó de insistir. Las veces
que se han visto desde esos tiempos eran bastante limitadas aun siendo hermano
y hermana.
—He tenido… unas cuantas
indiferencias con Sherlock. Creí que lo mejor era irme una temporada para que
recapacitara sobre lo que ha estado pasando.
Harry vuelve a sentarse a su lado y lo mira con
curiosidad. No era una detective asesora, pero era su hermana, y tenía el poder de averiguar lo que pensaba. Aunque
eran muy diferentes, a veces lograba acertar. El vínculo entre hermanos no es
algo que se rompa con facilidad o que disipe lo que se conoce del otro por ese
lazo de sangre, no por riñas tontas o maneras de ver las cosas de otra manera.
— ¿Sólo para que él recapacite?
Creo que tú también tienes parte de culpa y deberías darle vueltas al problema,
¿verdad?
John le mira entristecido un
segundo antes de levantarse.
—Eh, ¿adónde vas?
—Ahora sí que necesito esa
cerveza.
Ella sonríe y John se pierde en
la cocina. Necesitaba un momento a solas con sus pensamientos sin que Harry
rondara por su cabeza. ‘’Quizás es verdad…
Quizás yo estoy exigiéndole lo imposible. Estoy viendo las cosas sólo desde mi
punto de vista, igual que él lo ha estado haciendo todo este tiempo desde el
suyo, y estoy siendo un crío… Pero aun así sólo pido comprensión, y algo de… afecto,
no sé… Debería aceptar que no es una persona normal. Es Sherlock, la persona
más especial del mundo… Mi persona especial’’. Recapacita en si le contó a
su hermana lo que sentía por el detective asesor o si ella creía que eran
simples compañeros de piso muy buenos amigos, y no sabe si insinuárselo,
decírselo abiertamente o que los poderes de deducción que vienen de serie de su
hermana lo adivinaran.
—John, si quieres que te ayude o
lo que sea, lo mejor es que me digas qué pasa y dejes de dar vueltas.
Sin darse cuenta, John se había
terminado media cerveza mientras pensaba en Sherlock. Vuelve a la cocina y se
sienta de nuevo en el sofá.
—Simplemente no sé qué hacer con
él. Nunca llegamos a un acuerdo. Sólo quiero que intente entenderme, y noto que
no se esfuerza…
Su hermana se queda un rato
pensativa mientras le da sorbos al botellín de cerveza. ‘’No puede ayudarme —piensa mientras tanto John—. Ella no le conoce. Es un caso perdido’’.
—Parece complicado… pero no
tienes por qué estar tan perdido. John, tú eres el de las convicciones fuertes
y arraigadas en la sensatez. No deberías dejar que el problema pase o se haga
más grande poniéndote a la defensiva con él o acusándole, ¿no? Sé paciente.
—He sido paciente demasiado
tiempo… —no sabe si sus palabras cuentan como insinuación de sus sentimientos,
pero ya le da igual.
—Pues espera un poco más —Harry
apura la cerveza y hace una exclamación de placer al terminársela—. No sé qué
más decirte.
John mira su botellín girando
entre sus manos, todavía pensativo. Tenía la sensación de estar desorientado y
en un punto negro sin luz si no estaba cerca de Sherlock; era la misma
sensación que tuvo los tres años que estuvo solo, y ahora que sabía que
Sherlock estaba vivo y en su casa, se sentía mucho peor.
—Sí, gracias… Estoy cansado, y tu
salón es un desastre por mi culpa —su hermana no le mira ni da señales de
aprobación o desaprobación de que se vaya. A veces le pasaba eso: podía ser
simpática y un apoyo para John durante unos segundos y luego mostrase arisca y
totalmente indiferente a los lazos de sangre que les unía, una completa
desconocida a ojos de John. Les pasaba siempre que se veían. John suspira y se
levanta del sofá, coge las maletas y se dispone a subir a la que sería su
habitación por tiempo indefinido—. Dime, ¿por qué?
— ¿Por qué el qué?
—Por qué dejas que me quede —‘’Y por qué eres tan bipolar siempre. Me
agotas’’, le hubiera gustado añadir—. Seamos sinceros, Harry. No somos los
mejores hermanos del mundo, y agradezco el tiempo que dedicaste a preocuparte
por mi cuando él se fue, y esto, pero luego… Luego cambias, mucho, y si soy yo quien
quiere darte consejo y ayudarte, apenas me escuchas. ¿Por qué debería
escucharte yo a ti?
—Porque tengo razón, y porque con
mis problemas —levanta el botellín por encima de su cabeza, aún de espaldas a
John, seca, distante, poniendo de esa forma un ladrillo más en el longevo muro
que los separaba— no se puede hacer nada.
—Sí puedes hacer algo —dice John
subiendo las escaleras—. Dejar de beber, pero no quieres. Ese es tu mayor
problema: tu pasividad.
‘’Por amor de Dios, si se ha tomado tres cervezas en el poco tiempo que
llevo aquí…’’. Era increíble cómo podía pasar de admirar a su hermana a
enfadarse con ella en un abrir y cerrar de ojos. ‘’Por lo menos nuestra relación no es tan espinosa como la de Mycroft y
Sherlock’’, piensa para intentar consolarse.
Todavía era mediodía, pero como
sabía que no iba a aguantar mucho tiempo a solas con Harry y que iban a acabar
discutiendo, como efectivamente había pasado, prefiere estar solo el máximo
tiempo posible en su cuarto, descansar, aunque incapaz de quitarse a Sherlock
de la cabeza e intentando buscar alguna solución.
Después de vaciar el poco
equipaje que llevaba y darse una ducha, se tumba en la cama. El móvil, al
instante, hace un leve pitido y lo coge. Era un mensaje de Sherlock preguntando
que cuándo iba a volver. John no sabe ya ni qué pensar de su enamorado bipolar,
tan parecido a su hermana, y decide no contestarle.
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