jueves, 13 de junio de 2013

Brothers (John, 7)

— ¿Y bien? —la voz de su Hermana lo saca de sus ensoñaciones. Era una voz ronca y pastosa, cuando hacía unos años era más melodiosa y femenina. Cosas que pasan por abusar del alcohol y el tabaco—. Todavía no me has dicho qué haces aquí.

Las maletas aún estaban amontonadas sin ningún cuidado al lado de la puerta del recibidor. No era propio de John hacer esas cosas; siempre era minucioso con lo que hacía y ordenado. Él mismo habría supuesto que sería fuerte, que estas pequeñas vacaciones iban a ser como otras cualquiera, como la convención en Oxford, pero le dolía demasiado el corazón. Le duele haber dejado a Sherlock sin despedirse, sólo con una triste e inquisitiva nota. Volvería —‘’Por supuesto que voy a hacerlo. Nunca lo dejaré’’—, pero no sabía cuándo, y estar lejos de él a pesar de lo mucho que le había hecho padecer últimamente le mataba.

—Lo siento —musita—. ¿Tanto te molesta que esté aquí?

—No es que me moleste… —responde Harry en largo suspiro, levantándose del sofá y dirigiéndose a la cocina—. Es que no te esperaba, y no es normal en ti no avisar —vuelve al salón con dos cervezas, pero John hace un gesto negativo y educado con la mano y vuelve a la nevera a dejar una—. ¿Estás bien, hermanito?

—No me llames así… —reprocha John.

— ¿Qué? Eres mi hermano. Es mi privilegio personal poder hacerlo.

John suelta carcajada reconfortante. Hacía tiempo que no se reía con ganas. Pocas veces acudía a su hermana, y si nos tornamos al pasado, casi nunca; demasiadas indiferencias de conducta y moral. Pero cuando Sherlock se fue, ella mostró un interés y una preocupación por su bienestar que no había visto desde que eran pequeños, antes de que ella se fuera alejando poco a poco en dirección de un camino de madurez opuesto al suyo.

De pequeños eran uña y carne, inseparables. Se contaban todo, se ayudaban mutuamente, se defendían en el colegio… Harry tenía carácter y John era tímido y solitario, siempre con el ceño infantil fruncido por si alguien le regañaba porque sonreía, algo que con los años fue cambiando y se convirtió en un chiquillo sonriente, feliz, despreocupado pero centrado. Ella era la protectora de la pareja de hermanos, siempre un paso por delante y a la defensiva por si alguien le decía algo malo a Johnny. Al llegar la etapa del instituto, algo los distanció. John no sabía si era la madurez, las pocas personas con las que se rodeaba Harry u otra cosa. Al principio se cruzaban por los pasillos y se sonreían, se saludaban o simplemente alzaban la mano a modo de saludo. Luego John se fijó en que su hermana pasaba de largo y giraba la cabeza para no ver cómo él le dedicaba una tímida sonrisa. Vestía de una manera salvaje y empezó a fumar, y John se preocupaba por ella, pero al verla tan cerrada con sus problemas y chillándole cuando él quería darle consejo u ofrecerle ayuda, dejó de insistir. Las veces que se han visto desde esos tiempos eran bastante limitadas aun siendo hermano y hermana.

—He tenido… unas cuantas indiferencias con Sherlock. Creí que lo mejor era irme una temporada para que recapacitara sobre lo que ha estado pasando.

Harry vuelve  a sentarse a su lado y lo mira con curiosidad. No era una detective asesora, pero era su hermana, y tenía  el poder de averiguar lo que pensaba. Aunque eran muy diferentes, a veces lograba acertar. El vínculo entre hermanos no es algo que se rompa con facilidad o que disipe lo que se conoce del otro por ese lazo de sangre, no por riñas tontas o maneras de ver las cosas de otra manera.

— ¿Sólo para que él recapacite? Creo que tú también tienes parte de culpa y deberías darle vueltas al problema, ¿verdad?

John le mira entristecido un segundo antes de levantarse.

—Eh, ¿adónde vas?

—Ahora sí que necesito esa cerveza.

Ella sonríe y John se pierde en la cocina. Necesitaba un momento a solas con sus pensamientos sin que Harry rondara por su cabeza. ‘’Quizás es verdad… Quizás yo estoy exigiéndole lo imposible. Estoy viendo las cosas sólo desde mi punto de vista, igual que él lo ha estado haciendo todo este tiempo desde el suyo, y estoy siendo un crío… Pero aun así sólo pido comprensión, y algo de… afecto, no sé… Debería aceptar que no es una persona normal. Es Sherlock, la persona más especial del mundo… Mi persona especial’’. Recapacita en si le contó a su hermana lo que sentía por el detective asesor o si ella creía que eran simples compañeros de piso muy buenos amigos, y no sabe si insinuárselo, decírselo abiertamente o que los poderes de deducción que vienen de serie de su hermana lo adivinaran.

—John, si quieres que te ayude o lo que sea, lo mejor es que me digas qué pasa y dejes de dar vueltas.

Sin darse cuenta, John se había terminado media cerveza mientras pensaba en Sherlock. Vuelve a la cocina y se sienta de nuevo en el sofá.

—Simplemente no sé qué hacer con él. Nunca llegamos a un acuerdo. Sólo quiero que intente entenderme, y noto que no se esfuerza…

Su hermana se queda un rato pensativa mientras le da sorbos al botellín de cerveza. ‘’No puede ayudarme —piensa mientras tanto John—. Ella no le conoce. Es un caso perdido’’.

—Parece complicado… pero no tienes por qué estar tan perdido. John, tú eres el de las convicciones fuertes y arraigadas en la sensatez. No deberías dejar que el problema pase o se haga más grande poniéndote a la defensiva con él o acusándole, ¿no? Sé paciente.

—He sido paciente demasiado tiempo… —no sabe si sus palabras cuentan como insinuación de sus sentimientos, pero ya le da igual.

—Pues espera un poco más —Harry apura la cerveza y hace una exclamación de placer al terminársela—. No sé qué más decirte.

John mira su botellín girando entre sus manos, todavía pensativo. Tenía la sensación de estar desorientado y en un punto negro sin luz si no estaba cerca de Sherlock; era la misma sensación que tuvo los tres años que estuvo solo, y ahora que sabía que Sherlock estaba vivo y en su casa, se sentía mucho peor.

—Sí, gracias… Estoy cansado, y tu salón es un desastre por mi culpa —su hermana no le mira ni da señales de aprobación o desaprobación de que se vaya. A veces le pasaba eso: podía ser simpática y un apoyo para John durante unos segundos y luego mostrase arisca y totalmente indiferente a los lazos de sangre que les unía, una completa desconocida a ojos de John. Les pasaba siempre que se veían. John suspira y se levanta del sofá, coge las maletas y se dispone a subir a la que sería su habitación por tiempo indefinido—. Dime, ¿por qué?

— ¿Por qué el qué?

—Por qué dejas que me quede —‘’Y por qué eres tan bipolar siempre. Me agotas’’, le hubiera gustado añadir—. Seamos sinceros, Harry. No somos los mejores hermanos del mundo, y agradezco el tiempo que dedicaste a preocuparte por mi cuando él se fue, y esto, pero luego… Luego cambias, mucho, y si soy yo quien quiere darte consejo y ayudarte, apenas me escuchas. ¿Por qué debería escucharte yo a ti?

—Porque tengo razón, y porque con mis problemas —levanta el botellín por encima de su cabeza, aún de espaldas a John, seca, distante, poniendo de esa forma un ladrillo más en el longevo muro que los separaba— no se puede hacer nada.

—Sí puedes hacer algo —dice John subiendo las escaleras—. Dejar de beber, pero no quieres. Ese es tu mayor problema: tu pasividad.

‘’Por amor de Dios, si se ha tomado tres cervezas en el poco tiempo que llevo aquí…’’. Era increíble cómo podía pasar de admirar a su hermana a enfadarse con ella en un abrir y cerrar de ojos. ‘’Por lo menos nuestra relación no es tan espinosa como la de Mycroft y Sherlock’’, piensa para intentar consolarse.

Todavía era mediodía, pero como sabía que no iba a aguantar mucho tiempo a solas con Harry y que iban a acabar discutiendo, como efectivamente había pasado, prefiere estar solo el máximo tiempo posible en su cuarto, descansar, aunque incapaz de quitarse a Sherlock de la cabeza e intentando buscar alguna solución.

Después de vaciar el poco equipaje que llevaba y darse una ducha, se tumba en la cama. El móvil, al instante, hace un leve pitido y lo coge. Era un mensaje de Sherlock preguntando que cuándo iba a volver. John no sabe ya ni qué pensar de su enamorado bipolar, tan parecido a su hermana, y decide no contestarle.

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