Habían pasado tres años desde su
última estancia en Londres, la grandiosa Londres. La echaba de menos. Para
Elisabeth, era la ciudad más bonita del mundo. Claro que… no había salido del
país, y por eso la idealizaba tanto, pero sabía que aunque viajara por el mundo
y viese Viena, o Roma, o París, Londres seguiría siendo uno de sus lugares
favoritos.
El silbato de uno de los
asistentes del tren pita y resuena por toda la estación, y a ese estridente
sonido, se le une la bocina del tren. La chica sale con sus maletas en mano del
vagón y las deja en el suelo un momento. El vapor de las chimeneas del tren baña
y danza libremente por toda la estación, dejando un panorama lúgubre de no ser
porque el sol brillaba plenamente, haciendo una combinación de matices y
colores mágica. El tren marcha lentamente hacia un nuevo destino.