domingo, 3 de febrero de 2013

Prólogo

El constante bullicio de la ciudad de Londres era algo en lo que apenas se percataba John Watson en su día a día. No prestaba atención a los turistas, ni a la cuantiosa cantidad de tráfico diario, ni a los músicos callejeros o los vendedores ambulantes anunciando a voz en grito su mercancía. Todo había cambiado desde aquel fatídico día. La caída. La pérdida. Sherlock ya no estaba allí. Murió.

De eso hace ya tres años. John se quedó una semana viviendo solo en Baker Street, pero los recuerdos invadían cada rincón del piso y no pudo permanecer más tiempo allí. Era demasiada presión emocional y veía que seguir allí no le ayudaría a superarlo. Volvió a su antiguo piso, en la otra punta Londres y siguió viendo a su psicóloga, porque los resultados de lo poco que se propuso personalmente el sobrellevar la pérdida fueron nulos, aunque su psicóloga tampoco le ayudó mucho. Que Sherlock no estuviera ya con él era algo inimaginable. Tendría que ser un sueño, una pesadilla cruel. Y sí, era un pesadilla, pero real.

Llegó un momento en el que intentó suicidarse. Cogió su pistola y se la puso en la sien, tembloroso y con los ojos llenos de lágrimas, susurrando plegarias y rezando para que todo se acabara de una vez, que su sufrimiento cesara, pero en el momento decisivo Sherlock se le apareció, mirándolo fijamente, y tuvo que quitar el dedo del gatillo rápidamente y dejar la pistola encima de la mesa. ‘’No habría querido que yo hiciese esto, pero… es muy duro vivir sin él’’, pensó con las manos en la cabeza y sollozando cada vez más fuerte hasta que el cansancio dominó su cuerpo y cayó derrotado. Añoraba esas largas noches sin dormir, investigando, echándole la bronca a Sherlock cuando era necesario, mirándolo con compasión al ver que era incapaz de percibir lo más simple y prestándole su ayuda siempre que era necesario. Después de la caída, John no era capaz de acordarse de las peleas, sólo veía las cosas buenas, de lo mucho que le gustaría que volviesen esos momentos.

Lo que más echaba de menos era su compañía. Le quería, y aún seguía haciéndolo. Ahora que no estaba se arrepentía de no habérselo dicho. En el pasado le divertía el hecho de negar sus sentimientos a terceros, porque era como estar mintiéndose a uno mismo, y lo  camuflaba con una máscara de indignación y enfado, pero en el fondo no era feliz. Negarse a uno mismo que quieres a una persona es como estar apuñalándote a ti mismo. No se preocupó de volver a encontrar a alguien especial, porque sabía que nadie sería como él.

Tres años completamente solo. Nada de alcohol, tabaco o drogas para ahogar sus penas. Iba al trabajo, hacía su vida sin motivación alguna y visitaba su tumba todos los días. Tres años teñidos de oscuridad… hasta que sucedió lo inimaginable. El milagro.

Hacía seis meses que repentinamente, de la nada, Sherlock Holmes volvió a la vida de John Watson. No fue un agradable reencuentro, pero tampoco corrió la sangre. Tres años esperando a que el milagro se obrase, John se quedó paralizado, sin palabras cuando le oyó detrás del árbol que custodiaba su tumba. ‘’No has dejado de venir ni un solo día, John…’’.  Su voz. Esa voz que no oía desde hacía tanto tiempo, tan profunda, armoniosa y suave como el terciopelo. Una lágrima rodó por su mejilla, incrédulo, estupefacto. No podía ser. Aquel día lo vio en el suelo, pálido y con los ojos sin ninguna vida en ellos, sin pulso… Lo vio muerto. Era imposible que estuviera ahí. Pensó que se había vuelto loco. Después de tres años esperándolo, sin aceptar su muerte y deseando que volviese, su mente podría estar burlándose de él. ‘’Estabas muerto… te vi. Esto no es real’’, dijo. ‘’Miras, pero no observas. Estoy aquí, John’’. Sherlock se acercó a él y posó su mano en su hombro. John se apartó al instante al notar que el contacto era real, asustado, sin parar de llorar y mirando a todos lados, hasta que encontró en sus ojos. Fuera de sí, cerró la mano en puño y le asestó un golpe a Sherlock, que cayó de bruces contra el suelo. Se puso temblando de rodillas a su lado, llevando su mano sin ningún control hasta su mejilla. Sherlock hizo un amago de apartarse, pero luego dejó que le tocara.

 El detective le explicó el porqué de su fingida muerte. Lestrade, la señora Hudson y él estaban en peligro. Consiguió vencer a James Moriarty, pero en el último momento éste tomó la ventaja. Si estaba vivo, Sherlock y los demás estarían a salvo, lo que supondría la victoria, y Moriarty no podía permitir aquello. El criminal asesor fingió su muerte, al igual que Sherlock. Poco sabía de todo esto, lo justo. Lo que tenía claro es que el juego había durado muy poco, le había aburrido. Moriarty podía sacarle más jugo, así que decidió seguir vivo para torturarle. Sherlock también le explicó que tuvo que alejarse de ellos para protegerlos. No podía arriesgarse a permanecer en Londres y que todo se torciera. Le dijo que tenía un contacto anónimo, del que se hacía una ligera idea de quién podía ser, que le proporcionó pasaporte, billetes, la escasa información sobre Moriarty y otros recursos en Estados Unidos.

John no discutió con él, ni le gritó. No le dijo lo solo que había estado, lo mal que se sentía, lo mucho que lo había echado de menos y lo egoísta que fue aun sabiendo que su único propósito era protegerle. La soledad que John había sentido era más grande que cualquier otra cosa, y Sherlock no se dio cuenta de ello. Nunca se percataba de esos detalles, los emocionales. ¿Pero quién fue el que dijo que Sherlock era ajena a ellos? John.

Después de todo esto, Sherlock volvió al piso, y John se mudó de nuevo después de tres años al 221B de Baker Street. No volvió a mencionarse el tema de su ausencia. Parecía que todo volvía a la normalidad. Sherlock actuaba como Sherlock, y John se resignaba, recorriéndole por todo el cuerpo una multitud infinita y apabullante de sentimientos contradictorios que querían ver la luz para sentirse liberado, pero que no lo hicieron, porque era feliz por tenerlo de nuevo allí y no iba a estropear nada. Su amistad y su regreso eran más importantes.

De nuevo reunidos, juntos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Por favor Cely como escribes. Me ha llegado muy hondo el prologo. Como has descrito todo y contado todo ha sido genial. Sigue escribiendo y subiendo

bluedymeri dijo...

Simplemente perfecto, Cely.