Unos diminutos rayos de Sol
penetraron por la ventana hasta acariciar la piel de Irene Adler. Se desperezó
un poco, y al estirar el brazo, notó a su lado a Kate.
—Kate, hay que levantarse. Hazme
el desayuno, por favor. —le da un cariñoso codazo en el brazo y se levanta.
La chica obedece y, quitándose de
encima el sueño de un bostezo, se pone la bata y sale de inmediato de la
habitación.
La Mujer volvió a Londres hace
ocho meses, dos meses antes que el detective. Ella había sido su contacto en el
extranjero, quien le facilitó los papeles para poder desaparecer sin problemas
de Inglaterra el tiempo que hiciese falta. ‘’Un
favor por otro favor’’, le dijo en un mensaje sin firmar.
Irene se enteró de incidente en
la azotea del St. Barts por los medios de comunicación
internacionales. En esos momentos se encontraba en París. Mentiroso, falso,
impostor. Todos los periódicos y programas de actualidad no hablaban de otra
cosa. No podía creérselo, y pidió a uno de sus contactos en el Reino Unido que
buscase al detective, y que fuera discreto en su misión. Tras pasar una semana
en un motel a las afueras de Londres, Sherlock recibió la visita de un hombre
trajeado que no se identificó y que ni siquiera dijo si iba en nombre de algún
amigo o conocido. Se limitó a extenderle un maletín que dentro llevaba carné,
pasaporte y todo tipo de papeles que pudiese necesitar falsos, además de un
billete de avión para Nueva York. Sherlock no tuvo más remedio que aceptarlo.
No podía permanecer allí por mucho tiempo.
Se adentra en la ducha, dejando
que los innumerables chorros de agua empapasen su cuerpo y la relajasen. Hoy
tenía citado a varios banqueros y un político, y necesitaba estar lo más
despierta y activa posible.
Justo cuando sale del baño, oye
la voz de Kate desde las escaleras.
—Señorita Adler. Ha venido el
señor Moriarty. Va ahora mismo hacia su cuarto.
Irene se pone una fina bata de
seda negra, con el cuerpo aún humedecido, mientras ve a Jim entrar.
—Querida, si sabes que subo, ¿por
qué te tapas? —se acerca a ella y le baja la bata lentamente hasta que cae al
suelo, sin apartar sus ojos de los de ella, que sonríe con picardía.
—No te esperaba, no hasta mañana.
Hoy tengo mucho trabajo. ¿Qué quieres? —susurra más cerca de él mientras delinea lentamente con un dedo las
costuras de su traje.
—Sabes de sobra que Sherlock
Holmes ha vuelto, ¿verdad? Quiero información, de lo que sea. Qué ha hecho, qué
no ha hecho, todo lo que puedas recopilar.
—Eso puedes hacerlo tú
perfectamente. —se aparta enseguida y se da la vuelta, moviéndose sensualmente hasta
llegar al armario y abrir sus puertas—. ¿Por qué me lo pides a mí especialmente? —pregunta
mientras ojea un par de conjuntos atrevidos. Oye cómo Jim suelta una pequeña
carcajada con cierto tono sarcástico.
—Porque sí. —dice tajante. Cambia un poco el tono de su voz a uno divertido, agudo—. Venga Irene, por mí, por favor. Y cuanto antes, mejor.
Hoy. Cancela las citas con tus clientes. Pueden esperar. —Irene se
da la vuelta y le mira neutral. Él se dirige a la puerta de espaldas sin dejar
de mirarla—. Además, cuanto más esperen, más ansiosos y deseosos estarán que
les des en las posaderas con la fusta, y eso quiere decir que tú disfrutas más
de tu trabajo, ¿no?
Se despide haciendo un movimiento
seco con la mano y desaparece de allí.
Irene sabía perfectamente por qué
se lo pedía a ella. Era Sherlock Holmes, y Jim sabía de sobra que Irene sentía
algo por él. La salvó, y hace tres años ella le devolvió el favor. Pura
cortesía habría sido para una persona normal, pero para Irene no. Para ella fue
algo especial. Toda su ‘’relación’’ había sido especial desde un principio. Sentía
algo por Sherlock, pero no era como antes. Ya no era algo pasional y posesivo. Los
años cambiaron eso. Era más personal sin llegar a lo sentimental y sin
tener tampoco mucha confianza, aunque alguna había. Ahora iba a engañarlo y a recoger
información para Jim. La idea no le gustaba. De no ser por Sherlock, ella
estaría muerta en esos momentos.
Pero Jim siempre había estado ahí,
además de haberse metido en su cama innumerables veces. No sentía nada hacia él,
pero de alguna forma lo necesitaba. Cuando estaba con Jim, además de ser realmente
divertido el tira y afloja de superioridad entre ambos, haciendo más excitante y
morboso el tiempo que pasaban juntos, se sentía segura.
Por otra parte tenía muy presente
que el criminal asesor podría ser muy peligroso si daba un paso en falso.
Sentía miedo. Seguridad, satisfacción y temor eran las cosas que Jim le ofrecía. ¿Qué podría
darle el bando de Sherlock? Nada, porque no podría abandonar el primero. Eso
supondría un castigo doloroso.
Se para frente a la mesa que
tiene al lado del ventanal de la habitación y observa su móvil. Se lleva los
dedos a los labios y sonríe. ‘’Cuanto
antes, mejor... Además, tengo ganas de verlo. Tendré que ser juguetona y
misteriosa, y eso le encanta a él y a mí. Puedo divertirme sacándole la
información, aunque en parte me moleste tener que ser yo quien lo haga’’.
—¿Kate? —alza la voz para que su
asistenta apareciera en su habitación lo antes posible. Oye sus zapatos de
tacón resonar por el parqué y pararse en el marco de la puerta—. Cancela mis
citas para hoy y dile a los clientes que la semana que viene las sesiones serán
el doble de placenteras.
‘’Para mí. Ellos sufrirán. La culpa es de Jim por hacerme esto. De
todas formas no podía negarme. Yo tengo mis armas de persuasión, Jim las suyas, y no son nada agradables’’,
piensa. Coge el móvil y empieza a teclear.
—¿Cenamos? –IA.
1 comentario:
Me ha gustado y me has dejado en intriga. Lo que dice Moriarty me ha hecho mucha gracia. Sigue asi, escribe asi de bien porque de verdad lo haces muy bien. Este capitulo me parecio mas corto que el prologo pero no pasa nada
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