jueves, 28 de marzo de 2013

Rain (Sherlock, 4)

John deja un momento unos informes del hospital en la mesa para ir al frigorífico a tomar un tentempié. Era bastante tarde, altas horas de la noche, pero tenía mucho trabajo. Sherlock le acompañaba porque no tenía nada mejor que hacer.

—Sherlock, te toca ir a por leche —le comenta John mirando el interior del frigorífico.

— ¿Desde cuándo nos turnamos para ir a por leche? Yo no voy a ir.

—Pues yo fui la última vez, así que estamos sin leche hasta que no se digne a ir, señor detective asesor.

—… No prometo nada. Por cierto… —Sherlock estaba rasgando con el arco las cuerdas de su violín, tocando un movimiento lento de un concierto de Vivaldi—. Desde que he vuelto me he percatado de que no sales tanto como antes.

—Tengo miedo de que te tires por una azotea si no estoy cerca —dice irónico sin levantar la vista de los papeles, aunque dentro de él algo se da la vuelta al decir eso.

— ¿Qué fue de Mary?

—No llegamos a congeniar. Además, se hartó de que estuviese tan… abatido por tu ida.

Sherlock sigue tocando el violín con los ojos cerrados, dando vueltas por el salón, algo que desesperaba a John y él lo sabía, pero le hacía gracia sacarle de quicio.

—Mejor. No me gustaba.

— ¿Qué? ¿Por qué? —replica mientras masculla entre dientes una maldición. No podía concentrarse en su trabajo con Sherlock yendo y viniendo.

—Muy mandona. Me hacía sombra con respecto a ti. O me prestabas atención a mí o le hacías caso a ella, y francamente a veces me daba la sensación de que tenía algo en mi contra.

—Quizá pensaba que pasaba demasiado tiempo contigo, y ella era mi novia. Eso se llama celos, Sherlock —John se sorprende al dar por hecho que Sherlock buscaba su atención y peleó con Mary y tantas otras por él, por su atención. Al final, el detective salió ganando, como siempre.

Sherlock cesó por un momento su recital para llevarse la punta del arco a la frente y luego irse un momento a su habitación. John había mencionado la azotea, de forma irónica, pero notaba que era una pequeña incitación a pensar que John en cualquier momento iba a explotar. No sabía si acelerar el proceso para ahorrarle más amargura al doctor.

Vuelve al salón airado y se planta delante del doctor.

— ¿¡También me has escondido la pistola!?

— ¿Para qué la quieres? —replica John—. Hace poco resolvimos un caso, ¿te acuerdas? La mujer celosa.

Hará un par de días, Lestrade les llamó para que le ayudasen con un homicidio. Encontraron a un hombre con un disparo en el estómago, de una escopeta, dedujo Sherlock. Al instante, y con sólo darle un primer vistazo a la habitación donde yacía el muerto, supo que fue la mujer, una mujer muy poco cuidadosa. Aunque el arma la dejó en el escenario del crimen y no tenía huellas dactilares, su fallo fue olvidarse de su móvil en el que dejó la pista más evidente: un mensaje a un amigo que le ayudaría a salir de Londres. Sherlock supo también el porqué del homicidio: los celos. El marido tenía una o varias aventuras. La esposa encontró unos mensajes en el móvil de su marido y además una nota con un número y el nombre de una mujer en ella, nota que se encontraba encima de la cama y con la cual la homicida empezó la discusión que acabó en asesinato. No tardaron mucho en localizar al que ayudó a la esposa a salir de Londres, que enseguida les dijo dónde se encontraba ella, y al no poder avisarla, esta fue apresada al poco tiempo.

—Lo sé, pero no me gusta que toques mis cosas. ¿Cómo demonios la has encontrado?

—No soy tú, pero tampoco soy tonto.

Sherlock se dirige a la chimenea para ver la nota de Irene Adler. Llevaba un mes buscando algún posible anagrama, sin éxito, además de dobles sentidos o acontecimientos del pasado importantes ocurridos en abril, pero no encontraba nada de provecho. Llevaba mucho sin tener noticias de Irene, y no iba a mandarle ningún mensaje dando señales de vida, claro. No confiaba en ella aún, pero por lo que se dijeron en la cena, el tiempo diría si llegarían a algo.

John le mira mientras se dirige a la cocina y suspira.

— ¿Sigues ensimismado con la dichosa nota?

—La odias con todo tu ser, ¿eh, John? —dice riéndose— Es… demasiado sencillo.

‘’Saco lo mismo en claro de esta nota que de Irene cuando intento deducir algo sobre ella, o sea, nada’’, piensa pasándose una mano por el cuero cabelludo.

John se pone a su lado.

— ¿Has pensado en algo que ocurriese en abril años atrás?

—Sí, John. Claro que he pensado en eso, y no, no encuentro nada —dice, algo molesto.

—Oh, vaya. Perdona por no ser tan inteligente como tú para jugar a estas cosas. Me limitaré a hacer la sopa de letras del periódico.

—Puede que sea lo mejor —contesta Sherlock sarcásticamente. La nota le sacaba de sus casillas y le hacía ser más irritable de lo normal.

—Bueno, pues espero que la señorita Adler y tú seáis muy felices dedicándoos notitas absurdas cual colegiales de primaria —dice el doctor en un tono burlón—. De verdad que no entiendo cómo te sigues replanteando la idea de que puede haber cambiado.

—Ya te dije que me ayudó en el extranjero. Deberías estarle agradecida. Gracias a ella he estado bien durante tres años y he podido volver.

— ¿Tú has estado bien? ¡Y a los demás que nos den viento! Siempre tú, Sherlock. Siempre tú...

’Ya está. Aquí viene’’, piensa. El tono de John había cambiado. Estaba enfadado, pero conforme pasan los segundos, su rostro ablanda. Parece que todavía no había llegado el momento para la gran discusión.

—Sé que no vas a hacerme caso —John termina por romper el silencio y se aleja de Sherlock—, pero por lo menos ve con cuidado con ella. Yo no me fío, y si tanto dices que siempre tienes en cuenta mi opinión, espero que sea verdad.

En el fondo estaba harto de hablar siempre de lo mismo. En parte era culpa suya por no salir y no buscar casos. Se limitaba a estar en casa sin hacer nada, y cada día eso le pasaba factura, siendo más irritante y pagándolo con John, el cual siempre estaba con él pasara lo que pasase.

—John, es trabajo. ¿Qué esperas que haga? Te de buenas vibraciones o no, ahora no puedo echarme atrás, porque significará que ella ha ganado y…

—Y tú no puedes perder —termina la frase con un tono melancólico.

De repente, el móvil de Sherlock vibra y se mete la mano en el bolsillo. John mira de reojo la pantalla. Se echa a reír al ver que el mensaje es de Irene. ‘’Antes pienso en ella, antes se digna a mandar un mensaje. Pero es una tontería. Pregunta que qué tal estoy. Cómo le gusta regocijarse’’.

— ¿Qué pasa? ¿Ha puesto cámaras por la casa, o es que tiene un sexto sentido? Dios… —se aleja malhumorado.

—Estoy harto de hablar siempre de lo mismo, de oírte repetir que no la aguantas y...

— ¡Si supieras cómo me siento entenderías por qué no me fío de ella! —John le corta la frase gritando.

Frunce el ceño. ‘’Aquí está, por fin… Pero… pero no… No quiero discutir con él. ¿Por qué he esperado tanto? Ahora… no puedo enfrentarme a él. ¿Por qué no quiero? ¿No quiero que me grite, que se enfade conmigo? Eso es de críos, Sherlock. No puede ser’’. Se acerca a su abrigo, tendido en uno de los reposabrazos del sofá.

—Voy a dar una vuelta.

Estaba huyendo del enfrentamiento. Claramente John estaba a punto de explotar. Llevaba esperando este momento bastante tiempo y sentía curiosidad por saber qué cosas le echaría su compañero en cara, pero una parte de él estaba siendo cobarde y estaba alejándose del problema porque no quería discutir con su mejor amigo.

Coge su abrigo y sale del piso, dejando a John con la palabra en la boca.

— ¿Sherlock? —le oye preguntar con tono de preocupación antes de salir de casa—. ¡Sherlock!

El Regents Park estaba más cerca de casa, pero le apetecía caminar y va calle abajo hasta el Hyde Park. Mirando el cielo estrellado, divisa un banco después de una largo rato caminando y se sienta. Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás. El móvil le vibra. Un mensaje de Lestrade. ‘’Ahora no’’, piensa mientras se lo guarda de nuevo sin mirar lo que le decía.

El cielo empieza a nublarse, anunciando precipitaciones. Una espesa capa de nubes oscuras comienzan a tronar, y una gota de lluvia se posa en su mejilla.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me encanta. Me he quedado con ganas de mas. Necesito saber que pasa con esos dos y con Irene