viernes, 15 de marzo de 2013

Those days (Seb, 1 parte 2)

Por aquellos días, Elisabeth ya no estaba en la ciudad. Jim la había mandado a hacer una especie de gira por varias ciudades que consistía en cursos y pruebas para mejorar su técnica de bailarina. Lo tenía todo pensado: que Elisabeth no se enterara de su gran encuentro con Sherlock Holmes. Hasta ahí, Seb sabía todo lo que iba a suceder. Excepto un detalle que Jim nunca le contó.

Un disparo. Uno solo, en el más profundo silencio. Seb se sobresaltó al escucharlo. Pensaba que Jim había decidido ir por la vía fácil y cargarse a Sherlock de manera… vulgar. Pero sabía que no actuaba así. El momento en el que vio a Holmes aproximarse al borde de la azotea, un molesto cosquilleo recorrió todo su cuerpo, haciendo que de la sorpresa casi apretara el gatillo del rifle con el que apuntaba a John Watson. Cuando vio precipitarse al detective contra el suelo, llamando la atención de los pocos transeúntes, del doctor, y de los enfermeros que acudieron arduos en su ayuda, Seb desmontó el rifle lo más rápido que pudo. Cuando ya apenas había gente en la calle, se apresuró a entrar en el Barts y, sin que nadie le viera, subir a la azotea.

‘’ ¿Qué…?’’. Fue lo único que pudieron articular sus cuerdas vocales. El inicio de una pregunta que no tendía respuesta. Jim estaba en el suelo, bocarriba, con los brazos extendidos a ambos lados y una pistola en la mano. La pegajosa y encharcada sangre que rodeaba su cabeza podía verse perfectamente desde donde Seb estaba, y le hizo respirar hondo, llenándose de pavor y desconcierto. Se acercó un poco más hasta llegar a su lado y arrodillarse. La boca de Jim esbozaba una triunfante sonrisa. Seb estaba temblando. ‘’Esto era, ¿verdad? Hasta aquí tenía que llegar el juego, ¿no?’’.

Le cerró los ojos lentamente. Le desagradaba hasta límites insospechables saber que Jim no se movería de ahí, ni que volvería a abrir sus profundos y negros ojos. Puso la mano en su mecho un segundo, pero al instante la apartó de la impresión. ‘’No puede ser’’. Su corazón palpitaba, de manera apenas imperceptible, casi apagada, casi extinta. Jim estaba bajo un coma muy profundo que le daba algo de esperanza a Seb.

Hizo los trámites para que unos enfermeros y médicos especializados del Barts  fueran a ayudarlo, obligándoles a que no preguntaran por qué estaban en la azotea. Hizo lo necesario, hasta sobornarlos, para que nadie dijera nunca que habían estado en la azotea donde Sherlock Holmes se suicidó. Le dieron una habitación privada en el último piso, con todo el material necesario traspasado de una planta a otra, y lo operaron.

Los médicos dijeron que era un milagro, algo que apenas se podía explicar sin pensar que era una broma o un hecho completamente sobrehumano. ‘’Nada puede pararlo, ni la muerte’’, pensó Sebastian. La bala había perforado una pequeñísima parte del cerebro, aunque el orificio del cráneo era considerable. Se había desviado lo justo para que no hubiera daños de extrema importancia, pero la hemorragia había hecho que la parte interna del cerebro se deteriorase un poco, y que el hipocampo, donde se almacenan parte de la memoria y los recuerdos, reaccionara de manera violenta y borrase a corto plazo algunos datos básicos de la memoria episódica, como quién era James Moriarty y a qué se dedicaba, entre otros detalles. Esos datos serían recuperados si volvía a ser él, bloqueando los acontecimientos vividos tras la pérdida temporal de memoria. ''Reemplazar datos temporales por los de toda la vida... si es que vuelve''. Los médicos no sabían cuándo podría se recuperaría por la cantidad de sangre perdida, lo que hacía que estuviera muy débil y con las constantes vitales por debajo de la media aunque estaba estable, o si iba a hacerlo, pero que lo más importante es que seguía vivo.

Seb se encargó de que sólo tres médicos especializados y un enfermero se encargaran de mantener a Jim con vida. El soborno no era un acuerdo que salvaguardara para siempre su confidencialidad, así que más tarde se encargó de liquidarlos para estar al cien por cien seguro de que nadie se iba de la lengua. No había ninguna mujer involucrada. A Jim le habría dado igual, pero si Seb podía no matar a una mujer, mejor. Tenía ciertos principios morales a pesar de ser un asesino.

Por muchas negativas que Seb diera, los médicos insistían en que no estuviera todo el rato ahí. Todavía había que hacerle pruebas e intentar que estuviera en las mejores condiciones posibles. No se fiaba, no quería dejarlo solo, pero un día tuvo que ir al piso de Jim a recoger unas cosas. No había pisado esa casa desde el incidente. Estaba todo ordenado. Cuando bajó de la habitación de Jim a por ropa y otros utensilios, vio que el portátil, encima de la mesa del salón, estaba encendido. Seb se paró a curiosear. El disco duro estaba completamente vacío, sin fichas ni documentos ni datos. Todo borrado. Todo, excepto una nota: ‘’Lo siento, tigre. No te atrevas a seguirme. Jim x’’. Seb apagó el ordenador impasible por lo que había leído y se queda un rato sentado enfrente de él, frotándose nervioso las manos para luego llevárselas a la cara tembloroso y tapársela. Intentaba no llorar, no caer, pero fue en ese momento cuando Sebastian se derrumbó por primera vez desde que Jim estaba en el hospital. ‘’ ¿Y si no se despierta? ¿Y si se queda así para siempre? Lleva dos meses en coma, y los médicos no están seguros de que pueda despertarse. Estaba muy débil… Maldito loco. Odio que no me dijera nada, después de tantos años trabajando juntos. ¿Pero y si se despierta? No sabrá quién es… y yo seré un completo desconocido… No, Sebastian. Si se despierta no puedes dejarlo sólo. Hay esperanzas… muy remotas… de que vuelva a ser él. Pero tienes que estar a su lado. Llevártelo lejos de aquí, que tenga otra vida mientras esperas a que vuelva… ¿Y si se queda sin saber quién es para siempre? Habrá que cambiar de vida radicalmente, tanto él como yo…’’. Preguntas sin respuestas, muchas preguntas sin respuestas.

Pasaron tres meses más, cinco en total en ese estado, hasta que Jim despertó. Seb no estuvo en el momento en el que lo hizo, pero así fue mejor. Si despertarte sin saber quién eres en una camilla de hospital y con una venda enrollada en la cabeza ya era algo confuso, hacerlo con un desconocido a tu lado sería terrorífico. Uno de los médicos le aconsejó que no volviera hasta dentro de una semana, para que Jim se hubiese puesto en situación y para seguir haciéndole las últimas pruebas. Seb aprovechó ese tiempo para hacer los preparativos, que requerían tiempo, si a ese tiempo se le sumaba el que necesitaría para que Jim confiara en él.

‘’ ¿Quién eres?’’, le preguntó con voz tímida y asustadiza. ‘’Me llamo Sebastian Moran. Tú… no sabes quién soy, pero somos buenos amigos’’. Jim le miraba con desconfianza y dudoso. La cicatriz le ponía nervioso. Al Jim de siempre eso no le pasaba. Siempre le había gustado esa cicatriz. Más de una vez se lo dijo, y Seb apreciaba mucho el elogio, ya que todo el mundo menos él le miraba mal por ella. ‘’ ¿Y… quién soy yo?’’. Seb le miró serio pero compasivo. ‘’Eres Richard Brook’’. ‘’No puedo decirle que era un asesino’’, pensó Seb. A Jim se le iluminó el rostro al saber por fin algo sobre él, ya que cuando le preguntaba algo a los médicos, estos se miraban entre ellos con un gesto desconcertante y salían de su habitación a toda prisa. Sebastian también le dijo que era actor de teatro y cuentacuentos, enseñándole los currículums y las noticias de prensa que el mismo Jim elaboró para el caso de Sherlock, y que vivía en una pequeña zona suburbial de Cardiff, en una casita modesta y cómoda. No podía dejar que se quedara en Londres, porque el nombre de Richard Brook también estaba involucrado en todo el asunto de Holmes, pero en Cardiff, siendo precavidos y saliendo poco de esa casa que había comprado, podría llevar una vida tranquila, aunque en su estado tampoco dejaría que se dedicara a su supuesto trabajo. Pasaron unas cuantas semanas, y el que Seb le contase cosas sobre él hizo que Jim, ahora Richard, posara rápidamente en él su confianza. A pesar de esa cicatriz y un gesto serio pero que daba confianza y seguridad, Rich le cogió rápidamente cierto cariño a Sebastian, que le dijo que podría estar con él si quería, y Rich accedió. De haber dicho que no, Seb le estaría vigilando. Nunca le dejaría solo.

Era una persona completamente diferente, como si el disco duro hubiera invertido los datos que había en él.  El criminal asesor serio, distante, metódico y sarcástico se convirtió en un actor y cuentacuentos alegre, cercano, algo tímido y comprensivo. Aun así Seb echaba de menos a Jim Moriarty y deseaba que volviera, pero pronto vio en Richard Brook cosas buenas, sin dejar nunca de añorar su verdadera identidad.

No en todo momento Sebastian estuvo con Richard en Cardiff. Pasó unos cuantos meses con él para ayudarle y darle algún tipo de rutina diaria para que no estuviera aburrido todo el día. Luego desapareció durante poco tiempo para poder zanjar el tema de quitarse de en medio a los implicados en la estancia en el hospital de Jim. Rich estaba feliz y encantado de tenerlo de vuelta. No se despegaba de él en todo el día y le preguntaba cosas sobre su vida. La curiosidad que tenía sobre su persona divertía a Seb, que tenía que inventarse alguna mentira, pero también le enternecía esa faceta desenfadada de Rich. Empezó a crecer entre ellos un sentimiento más personal, más profundo. Lo que era una simple amistad al principio y algo fraternal, se convirtió en un romance.

 Lo que Jim Moriarty nunca supo es que Sebastian Moran sentía algo por él desde hace mucho tiempo, pero nunca se lo había dicho. Sabía que su relación era meramente profesional y que no podía desembocar en algo personal. Jim nunca mostró ningún indicio de interés. Sólo era trabajo, y Seb se resignaba a hacerlo. Además Seb era una persona realista. Si sabía que algo no podría ocurrir, no intentaría hacer nada por remediarlo. Prefería reservarse sus sentimientos y mostrarse orgulloso y altivo al mundo. Pero ahora con Richard Brook podía vivir lo que no podría haber hecho antes. Era una oportunidad de poder demostrarle lo que sentía aunque no fuera del todo Jim.

Con Rich pudo sentir por primera vez el mirarle profundamente a los ojos a escasos centímetros, acariciar su piel, besar sus labios, reírse por tonterías y sentirse más humano. Seb, como cualquier otra persona, a pesar de ser frío e independiente, era humano, y algo dentro de él quería salir afuera y descubrir lo que era estar con una persona de esa manera, experimentar el estar en la cama todo el día sin hacer nada, hablando de cosas banales, abrazarse después de hacer el amor o proteger a alguien sabiendo que esa persona sabe que lo quiere y lo hará. Por orgullo, si hubiera hecho todo eso antes con Jim, nunca lo pediría, y de alguna manera sabía que Jim no se lo daría, no siempre. Imaginar esas cosas era algo impensable, nunca habría pasado, pero no niega que le hubiera gustado, por supuesto. Aunque no tuviera referencias de antes, todo lo que hacía con Rich le gustaba. Todo era cercano y dulce, pero a la vez con mucha pasión y algo de descontrol, porque los sentimientos que había entre ambos eran demasiado fuertes como para reprimirlos. Había que aprovechar el momento. ‘’Carpe diem. Nunca se sabe cuándo puede volver todo a la normalidad, si es que lo hace’’.

Las cicatrices, que para Rich en un principio significaban dureza y miedo, ahora esos sentimientos se convertían en admiración y fascinación. Le encantaba pasar suavemente el dedo sobre ellas, las de la espalda sobre todo. ‘’Parecen un cuadro impreso en tu piel. Son mejor que los tatuajes’’, le dijo una vez entre risas. Cuando Seb estaba durmiendo boca abajo, aprovechaba para despertarle poco a poco pasando el dedo por ellas. Rich era tímido y un poco reservado pero tenía una personalidad viva, alegre, con una sonrisa siempre en los labios. No pasó un día en el que Seb no echara de menos a Jim, pero la idea de estar con él sin ningún tipo de fronteras, llevando una vida normal, era muy tentadora.

Sebastian no se olvidó de Elisabeth. Aunque no le caía especialmente bien, no podía permitir que se enterase de lo ocurrido. Durante el tiempo que estuvo en Cardiff, le mandó mensajes al móvil en nombre de Jim.

Dos años y cuatro meses que pasaron volando una vez se acostumbró. Hasta que una mañana, tras un viaje que había hecho a Londres, Seb volvió a la casa, pero la persona con la que se encontró ya no era Rich. Su mirada, sus gestos, su forma de saludarle (o de no saludarle). Todo había cambiado por completo. ‘’Quiero explicaciones, ya’’. Volvía a ser Jim. A Seb se le borró la pequeña sonrisa con la que había entrado en casa. Estupefacción, sorpresa... y tan de repente, nostalgia. Nostalgia porque aunque Jim había vuelto y eso le alegraba de sobremanera, porque era él, era quien debía ser, lo que iba a añorar a Rich era indescriptible, un sentimiento tan inmenso que no tenía palabras. Ya no podría dormir con él, ni pasar todo el día sin preocupaciones. Volvía el oscuro y frío mundo del asesinato y los planes premeditados. No sabía a ciencia cierta cómo había pasado. Jim tampoco. Sebastian se limitó a decirle que perdió la memoria tras el disparo y se lo llevó lejos de Londres, que hizo una vida normal siendo Richard Brook y que él de vez en cuando había estado ahí para ayudarle. Nada más.

Había mucho trabajo con retraso y volver a Londres inmediatamente era primordial. Sobre Eli, pactaron en no decirle nada. Pasaron un año y dos meses de nuevo en Londres, esperando a que la chica volviera de la gira y trabajando como locos lo que no habían podido trabajar esos dos últimos años.

Seb volvió a su papel de tirador distante y sumergido en su trabajo. Nunca le diría a Jim todo lo que realmente pasó cuando era Rich. Era un recuerdo que se guardaba para él. Unas largas y felices vacaciones que pasó con quien quería, algo que no volvería a suceder.

Sin darse cuenta ya había llegado a su destino, el 77 de Ladbroke Grove. Se saca las llaves del bolsillo y abre la puerta de la casa. Las deja sobre una mesita en el recibidor y se acomoda en la espalda la mochila. Al pasar por delante del despacho, ve a Jim sentado leyendo un libro, que alza la cabeza y le mira fijamente. Seb sonríe levemente y le saluda con la mano. Jim alza las cejas a modo de saludo y ve cómo su francotirador sube las escaleras lentamente.

1 comentario:

Unknown dijo...

Por qué es tan perf ;___;