Guía a Elisabeth por la casa,
cogiéndole las maletas para que ella pudiese quitarse la gabardina. La
calefacción estaba puesta, y se asaría si no se despojaba de la prenda de
abrigo.
— ¿Qué tal ha ido la gira?
¿Sigues compaginando bien el entrenamiento con el ballet?
—Sí. Sé que no entiendes por qué
sigo con esto, pero no me cansaré de repetirte que lo hago por mamá. Quiero
seguir sus pasos cueste lo que cueste.
—Como quieras. —se encoje de hombros
y deja las maletas junto al perchero—. Pero prefiero que el baile no te quite
horas de trabajo. Si no... —dice mientras alza la mano simulando tener una
pistola y apuntando a la pared.
Ella se ríe por la broma y avanza
por el pasillo, hasta torcer a la izquierda y entrar en el salón. Jim la sigue.
Ahora mismo era como si estuviera viendo a Martha.
La pequeña Elisabeth entró en su
vida cuando ella tenía apenas cuatro años, cuando un joven Jim Moriarty empezó
a salir con su madre. Al principio Jim notaba que a la niña no le gustaba que
le quitara tiempo con su mamá, pero poco a poco se acostumbró, hablaba y
jugaba con él. Con el tiempo le trató como el padre que nunca tuvo, hasta que
Martha se enteró a qué se dedicaba Jim y por mucho que él insistiera, no quiso
que Eli se criara en un entorno tan hostil y peligroso. Jim respetó la voluntad
de Martha, alejándose de ella y de la pequeña, aunque seguía mandándoles cartas
y regalos. Cuando Martha falleció, se mantuvo fiel a su palabra hasta que no
pudo más, hasta el momento en el que su presencia era estrictamente requerida.
Ahora Elisabeth estaba a su cargo desde hacía seis años, aunque no sería justo
contar los tres en los que ella estuvo fuera. ‘’Seb hizo bien su trabajo —dice pensando en esos años—. Eli no sospecha nada, y es algo que
prefiero no contarle para no preocuparla. Además, fue hace mucho’’.
Ve cómo camina despacio por la
estancia mientras él se derrumba en su butaca. Eli empieza a curiosear las
cosas nuevas de la casa y a mirar con ternura y nostalgia las viejas.
— ¿Te dije que la Royal Ballet
School va a hacer El lago de los cisnes? —se gira lentamente y se pone enfrente
de él, alzando hacia arriba los brazos lentamente—. ¡Mamá hizo el papel
protagonista!
—Lo sé. ¿Vas a ir a por él? —se
apoya en el reposabrazos y se lleva un dedo a la sien. ‘’Ha vuelto con muchas energías’’.
—Con toda mi alma. —empieza a tararear el tema principal del ballet
y a hacer pequeños pasos sobre la moqueta del salón—. ¿Te acuerdas cuando mamá
me contaba la historia del ballet mientras bailaba? Quiero poder hacer lo mismo
en un futuro si tengo hijos. Quiero contarles cómo conseguí el papel
protagonista para ese maravilloso ballet, al igual que su abuela.
Elisabeth empieza a danzar por el salón, haciendo largos y elegantes pasos mientras canta.
Jim la observa con detenimiento. ‘’Si
pudiera verla ahora su madre’’. Recordaba muchas cosas de Martha. No en
vano había sido la única mujer en tocar el corazón de James Moriarty, cuando
este aún era joven y la sangre que manchaba sus manos todavía se contaba en
centenas, no en millares.
Sigue mirando cómo danza durante
un rato hasta que la chica suspira por el agotamiento. En ese momento decide hablarle sobre
sus actividades como ayudante en su trabajo.
— Tendrías que empezar pronto a
entrenar con Sebastian otra vez. Tienes dos días de descanso, pero no deberías
desaprovecharlos. Aunque… —hace una pequeña pausa para llamar su atención. Eli
se sienta enfrente suya, en la alfombra, con las piernas en posición mariposa y
moviéndolas arriba y abajo. Sus ojos le decían que estaba intrigada por la
proposición que iba a hacerle—. ¿Por qué
no te decides de una vez a dejar de entrenar con Sebastian y empezar a actuar
tú sola? Ya te he dicho que eres apta.
—… Lo sé, pero…
El móvil de Jim empieza a sonar.
Eli deja de hablar y le mira con curiosidad. Jim se levanta, coge el teléfono y
mira la pantalla. ‘’Hablando del rey de
Roma’’. Descuelga el celular.
— ¿Se puede saber dónde coño
estás? Tendrías que haber vuelto ya. Era un trabajo muy sencillo. —escucha
atentamente a Seb al otro lado de la línea. Abre mucho los ojos—. ¿Que se
complicó? No la habrás cagado, ¿no? … ¿Y pudiste encargarte de ellos también? …
Vale, bien. Entonces no hay problema. Vuelve cuanto antes. Se nos acumula el
trabajo, y Eli ha vuelto, para que lo sepas. —se pasa una mano por la frente
mientras le escucha. Seb creería que la vuelta de Eli significaría otra vez
entrenamientos. En parte sí, pero por poco tiempo, ya que Jim estaba intentando
que la chica empezara a trabajar sola. Elisabeth nunca le había caído
especialmente bien. Ambos eran de caracteres muy fuertes y eran como polos de
igual carga de un imán: se repelían. Le manda callar con un siseo suave—. Seb,
sabes que harás lo que yo te diga y sin rechistar. Ya te daré cuando vuelvas
más detalles. Hoy mismo te quiero ver aquí, ¿vale? … Bien. Buen trabajo. —cuelga, tira a la mesa con cuidado el móvil y vuelve a sentar.
— ¿Cuándo se fue a hacer ese
trabajo del que hablabais?
—Hace tres días, pero parece ser
que le descubrieron o algo. Por suerte ha liquidado a más objetivos que no le
había mandado pero que es interesante tenerlos fuera de juego… Te he cortado
antes. —entrecierra un poco los ojos y vuelve a la conversación de antes—.
Piensas en lo que diría tu madre, ¿cierto? —frunce el ceño.
—Sí. Esto… Decía que me da miedo.
En el fondo creo que puedo disfrutarlo y hacerlo bien, al igual que lo he hecho
en los ensayos y en los trabajos a los que he acompañado a Seb, pero… A ella no le
gustaría que hiciese estas cosas. No le gustaba que las hicieses tú, ¿qué
pensaría si viese a su pequeña ir por el mismo camino?
Piensa un poco. ‘’Tiene razón, pero su madre ya no está, y
ahora está a mi cargo. Debería pensar más por ella misma’’.
—Ella ya no está aquí, y yo no
puedo mantenerte para siempre. Si disfrutas, déjate llevar. Además, no te
apartaría de tu dichoso ballet. Tendrías un trabajillo cada equis tiempo, y no
habría problema alguno. Además —esboza
una curiosa sonrisa—, tengo un trabajo que podría ser perfecto para ti. Es
sencillo. Tu primer trabajo en solitario. Ya te daré más detalles.
Elisabeth intenta hacerle caso y
no pensar tanto en su madre. Al escucharle esto último, sonríe ilusionada, como
si hubiera bajado las escaleras de casa y mirase por primera vez el árbol de
Navidad repleto de regalos.
— ¿De verdad? Bueno, si me dices
que no afectaría al ballet, me lo puedo pensar seriamente.
Él asiente. Tener a alguien como
Eli de su parte en el trabajo podría ser beneficioso. En las pruebas mostró
aptitudes de sigilo y agilidad sobresalientes. No había perdido los nervios en
ningún momento… sólo una vez. Intentaba controlarse.
Cierra los ojos al pensar esto.
La chica tenía algunos problemas. A veces perdía la memoria, pero sólo le
pasaba cuando estaba bajo mucha presión y estrés. Un día cuando era pequeña,
llegó a casa tras haber pasado la tarde en el parque. Entró en casa con las
manos llenas de arena y algo enrojecidas, pero no quiso decir nada. A la media
hora se presentó en la puerta una mujer con su hija pequeña. Tenía
ensangrentado el cuello. La madre dijo que su hija y Eli habían discutido por
el castillo de arena, y Elisabeth arremetió contra ella y le clavó las uñas en
el cuello. Cuando Jim le preguntó por ello, Eli no sabía de lo que estaba
hablando. Se limitó a decir que se lo había
pasado muy bien y que no había hecho nada malo.
Se lleva los dedos al puente de
la nariz y aprieta. ‘’Sigue con la medicación para mantenerse serena. Espero que se tome con calma el trabajar
sola y no haya accidentes graves. Dios sabe lo que podría pasar si algo malo
sucede’’. De repente estira los dedos de la mano y la mira.
— ¡Oh! Se me olvidaba. Tengo
novedades para ti. Vas a tener un compañero de piso. ¿No es genial? —sabía de
sobra que no le haría gracia, pero tendría que hacer lo que él le dijera.
— ¿Qué? ¿Un compañero de piso? —se
levanta de golpe del suelo y se enfurruña—. ¡No necesito un compañero de piso!
Puedo apañármelas sola.
—Harás lo que yo te diga, te
guste o no, así que calla y escucha. —se levanta del sillón y se mete las manos
en los bolsillos—. Se llama Erik. Es nuevo, y tú supervisarás su entrenamiento.
Lo más interesante es que es mago, puede hacer cualquier cosa. Sebastian y yo
pensamos que sus aptitudes serían beneficiosas para nosotros.
— ¿Mago? No me digas que voy a
compartir piso con Harry Potter. —suelta una risita irónica y se cruza de
brazos sin dejar de mirarle.
Elisabeth oye detrás de ella una carcajada y se sobresalta.
Jim sonríe.
—Jajaja. No, lo siento. No soy
Harry Potter. Tendrás que conformarte con un mago de menos categoría. Aunque
eso… será mejor que lo juzgues tú misma.
1 comentario:
Cely el final me hizo gracia con lo de Harry Potter. Siguela, me encanta. Jim maneja a todos a su antojo
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