jueves, 18 de abril de 2013

Hopeless (John, 3)

— ¿Sherlock? ¡SHERLOCK! ¡DESPIERTA, DESPIERTA! —agita con fuerza su cuerpo y le da pequeñas palmadas en la cara para que reaccionase, pero no sirven. Estaba inconsciente.

Le tumba un segundo boca arriba y pone su cabeza en el pecho del detective. El pulso había pasado de ser débil e irregular a estar acelerado y aumentando; la presión cardiaca era elevada. Vuelve a ponerlo de lado para mayor seguridad.

Empieza a dar vueltas por el salón, sin saber qué hacer. Estaba bloqueado. ‘’No son síntomas de gripe, sino todo lo contrario’’, piensa, flotándose el cuello con la palma de la mano. Sudor frío, temperatura por debajo de la media, pupilas dilatadas sin reaccionar a la luz, temblores… Quitando las fosas nasales taponadas y la voz ronca, lo demás no era normal.

Empieza a rascarse el cuello con fervor, intranquilo. Por su culpa, por no hacerle caso e irse sin ninguna preocupación al trabajo, ahora Sherlock se debatía entre la vida o la muerte lo más seguro. Tenía que haber estado delante de él cuando se tomaba las pastillas. ‘’Pero las pastillas no son el problema, no…’’.

—John, tranquilo… —habla en voz alta para intentar tranquilizarse—. No puede ser tan grave. Está dormido, eso es todo. Despertará y te explicará lo que ha pasado... —de repente el cuerpo se le revuelve al cerrar los ojos y acordarse de Sherlock en el suelo, con la cara llena de sangre, esa insistente pesadilla que había tenido durante tantas y tantas noches. Sherlock rodeado de sangre, su sangre, y él corriendo hacia él pero sin llegar nunca a arrodillarse a su cuerpo. Sólo corría y corría, y la oscuridad se cernía sobre él, haciendo desaparecer a Sherlock pero dejando el charco de sangre persistente en las baldosas de la acera. Abre los ojos aterrado—. ¡No! ¡No puedo dejar que se vaya! —Corre hacia él y se arrodilla—. ¡Vamos! No me hagas esto otra vez…

Un horrible espasmo se pasea por el hombro, que le hace llevarse la mano hasta él. El miedo invade su cuerpo, y eso había hecho que su herida de guerra reaccionase. Ese punzante dolor llevaba sin molestarle varios años...

Empieza a gritar más fuerte el nombre de su amigo y le coge de la mano, apretándosela con fuerza y acariciándole el dorso de la mano con el dedo pulgar. Murmura oraciones que dudaba fueran a ser escuchadas. No le sirvieron hace cuatro años frente a la tumba de Sherlock, y ahora tampoco lo harían.

Una pequeña lágrima rueda por su mejilla, a la que luego se le unen un par más, pero se las limpia rápidamente y decide de una vez por todas calmarse de verdad y tomar medidas, las pocas que podía, ya que no sabía a qué se enfrentaba ni cuándo recuperaría Sherlock la consciencia.

Pone dos dedos delante de la nariz de Sherlock. Respiraba, aunque tomaba poco aire a causa de la mucosa y muy rápido, hecho que hacía que los latidos del corazón se acelerasen. Lo que más le intranquilizaba era la temperatura corporal. Estaba helado como un témpano. Lo coge en brazos, tambaleándose por el camino, y lo lleva a la habitación, arropándolo con sábanas, edredones y mantas, lo que hiciese falta para que entrase en calor. Espera unos veinte minutos para ver cómo evoluciona, sin apartarse de su lado, controlando también el pulso, el cual parecía que se iba normalizando.

Vuelve a ponerle las manos a ambos lados de la cara. La temperatura no subía. Las mantiene ahí durante un rato, acariciándole las mejillas lentamente y mirándole a los ojos, triste porque el detective no le devolvía la mirada. ‘’Está más pálido que de costumbre...’’. El labio inferior de manera inconsciente le temblaba un poco, y eso ponía nervioso a John.

Lo destapa y se queda inmóvil un segundo. ‘’ ¿Qué hago? Por Dios… ¿qué hago? No sé lo que tiene. No sé qué debo hacer…’’.

Le desbotona y abre la camisa. Mira su pecho desnudo un instante, igual de pálido que su cara. Parecía una estatua renacentista perfecta, pura, esculpida en mármol. Traga saliva, nervioso. Se calienta las manos con el aliento y empieza a hacerle masajes pulmonares. Parecía que recuperaba un poco la temperatura, pero de pronto Sherlock empieza a tener pequeños espasmos irregulares en los brazos. John frunce el ceño confuso y le mira.

— ¿¡Sherlock!? Por Dios, despierta. Estoy desesperado. ¡No sé qué hacer! ¿Qué has hecho mientras yo no estaba? Te dejo sólo, enfermo e indefenso y... ¡No es justo! —realiza con más ímpetu los ejercicios de reanimación, sin resultado alguno. Pega la frente en su pecho y grita—. ¡No puedes irte! ¡No ahora! —se sube en la cama y le rodea la cintura con sus rodillas, sin dejar de darle golpes en el pecho, soltando un gemido grave y ahogado en cada uno. Empieza a llorar descontrolado—. ¡NO DELANTE DE MÍ! ¡ERES IDIOTA! ¡ERES IDIOTA…Y TE QUIERO! ¡ASÍ QUE VUELVE!

De repente, Sherlock abre ampliamente la boca, aspirando una cantidad de aire enorme en una profunda bocanada, como si no hubiese suficiente oxígeno en la habitación y con su aspiración pudiese derribar las paredes y conseguir más del exterior.

John se queda perplejo, alejándose y quedándose de rodillas al otro lado de la cama. ‘’ Gracias… —piensa mientras se lleva las manos a la cara—. Gracias’’.

Sherlock no había abierto los ojos en su ‘’resurrección’’, pero ya respiraba por la boca profundamente. Estaba consciente y fuera de peligro; sólo dormía.

El doctor pone dos dedos en su cuello y le toma el pulso. ‘’Regular’’, se dice. Además había recuperado algo de calor corporal. John respira más tranquilo pero todavía nervioso por el momento que ha sufrido. Creía que lo perdía otra vez delante de él, como aquel día, y que no iba a poder hacer nada para evitarlo. Se queda sentado a su lado y cierra los ojos, llenos de lágrimas. Se las limpia con la manga y sonríe. ‘’Idiota. ¿Y si te ha oído? —piensa mientras vuelve a abotonarle la camisa y lo tapa con la sábana—. No… No puede ser. Reza para que no lo haya hecho, porque si no, la has fastidiado’’. Hace un pequeño ejercicio de respiraciones profundas para calmarse y cae dormido a la hora, agotado y con Sherlock aún sin despertar pero a su lado, con él, sano y salvo.

Era aproximadamente la una de la madrugada cuando Sherlock por fin consigue abrir los ojos, aturdido y con la cabeza dándole vueltas. Tenía los labios resecos y resquebrajados de respirar por la boca. Mira un poco desenfocado el entorno y se ubica en su habitación.

— ¿John…? —murmura mientras busca por el colchón a tientas al doctor, hasta que da con su mano y la aprieta débilmente—. John…

John se despierta al rato y se pasa una mano por la cabeza. Le dolían los ojos, que estaban rojos e irritados. Sherlock se había despertado y le estaba cogiendo la mano, apretándosela en pequeños y débiles espasmos.

— ¿Sherlock? —se incorpora rápido y le mira. El detective tenía  los ojos entrecerrados, y se pasaba la lengua por los labios para humedecérselos. Le pone una mano en la frente; estaba más caliente, y John sonríe aliviado—. ¿Sherlock cómo estás? Maldito seas. No sabes el susto que me has dado —le aprieta más la mano.

Sherlock empieza a mirar a todos lados, nervioso. De pronto reacciona y se mueve con rapidez, incorporándose en la cama y soltándole la mano a John. Cuando pone los pies en el suelo, cae de bruces al instante. Estaba muy débil.

—Tengo… Tengo que averiguar qué ha pasado… —intenta levantarse, pero las piernas  fallan de nuevo, así que opta por reptar por el suelo apoyándose con las manos en el parquet.

— ¿Estás loco? No. A la cama ahora mismo. Ya habrá tiempo para eso cuando estés mejor —se levanta de la cama y va a por él, que ya había llegado hasta la puerta—. Venga, vamos, déjalo estar por ahora —dice pausadamente mientras lo coge y lo levanta.

—No… —le aparta y vuelve a caer. No tenía estabilidad ni fuerza alguna. Se pone de rodillas en el suelo, pero luego se tumba—. John…

John se arrodilla a su lado. Sherlock ve que tiene los ojos rojos y le mira confundido, pero niega la cabeza.

—La caja… Seguro que ha sido la caja…

— ¿Caja? —John mira al frente y divisa a lo lejos el salón—. Si te quedas más tranquilo, te la traigo, pero ahora a la cam-

— ¡No! ¡No la toques! —Sherlock le agarra del brazo para impedirle que se pusiera de pie y lo desestabiliza, haciendo que cayese encima de él.

John consigue poner las manos en el suelo antes de que sus rostros chocaran. Nota el aliento de Sherlock y ve muy de cerca sus ojos abiertos de par en par, mirándolo suplicante para que no fuera a por esa insignificante cajita. Inconscientemente se acerca un poco a él, haciendo que sus frentes se tocaran, pero reacciona y se incorpora rápido.

—D-de acuerdo, de acuerdo. No la cogeré. A la cama, ya —lo levanta y pasa su brazo por su hombro, cogiéndole el otro de la cintura. Lo tumba en la cama y lo arropa. Antes de que se alejase un poco de la cama para dar media vuelta e irse, Sherlock le agarra de la manga del jersey.

—No te vayas…

John le mira sorprendido y sonríe para tranquilizarle.

—M-me quedo… Tranquilo.

Se sienta al otro lado de la cama y ve a Sherlock aferrarse con una mano a su jersey. Siente cómo el agarre se hace más y más débil conforme a su compañero le invade el sueño. John aprovecha para tumbarse a su lado para mirarlo, admirarlo, apreciar cada uno de sus perfectos rasgos faciales y sonreír una vez más por tenerlo de nuevo con él,  manteniendo la mano que el detective tenía en su pecho y cogiéndosela.

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