— ¿Sherlock? ¡SHERLOCK!
¡DESPIERTA, DESPIERTA! —agita con fuerza su cuerpo y le da pequeñas palmadas en
la cara para que reaccionase, pero no sirven. Estaba inconsciente.
Le tumba un segundo boca arriba y
pone su cabeza en el pecho del detective. El pulso había pasado de ser débil e
irregular a estar acelerado y aumentando; la presión cardiaca era elevada.
Vuelve a ponerlo de lado para mayor seguridad.
Empieza a dar vueltas por el
salón, sin saber qué hacer. Estaba bloqueado. ‘’No son síntomas de gripe, sino todo lo contrario’’, piensa,
flotándose el cuello con la palma de la mano. Sudor frío, temperatura por
debajo de la media, pupilas dilatadas sin reaccionar a la luz, temblores…
Quitando las fosas nasales taponadas y la voz ronca, lo demás no era normal.
Empieza a rascarse el cuello con
fervor, intranquilo. Por su culpa, por no hacerle caso e irse sin ninguna
preocupación al trabajo, ahora Sherlock se debatía entre la vida o la muerte lo
más seguro. Tenía que haber estado delante de él cuando se tomaba las
pastillas. ‘’Pero las pastillas no son el
problema, no…’’.
—John, tranquilo… —habla en voz
alta para intentar tranquilizarse—. No puede ser tan grave. Está dormido, eso
es todo. Despertará y te explicará lo que ha pasado... —de repente el cuerpo se
le revuelve al cerrar los ojos y acordarse de Sherlock en el suelo, con la cara
llena de sangre, esa insistente pesadilla que había tenido durante tantas y
tantas noches. Sherlock rodeado de sangre, su sangre, y él corriendo hacia él
pero sin llegar nunca a arrodillarse a su cuerpo. Sólo corría y corría, y la
oscuridad se cernía sobre él, haciendo desaparecer a Sherlock pero dejando el
charco de sangre persistente en las baldosas de la acera. Abre los ojos
aterrado—. ¡No! ¡No puedo dejar que se vaya! —Corre hacia él y se arrodilla—.
¡Vamos! No me hagas esto otra vez…
Un horrible espasmo se pasea por
el hombro, que le hace llevarse la mano hasta él. El miedo invade su cuerpo, y eso
había hecho que su herida de guerra reaccionase. Ese punzante dolor llevaba sin
molestarle varios años...
Empieza a gritar más fuerte el
nombre de su amigo y le coge de la mano, apretándosela con fuerza y
acariciándole el dorso de la mano con el dedo pulgar. Murmura oraciones que
dudaba fueran a ser escuchadas. No le sirvieron hace cuatro años frente a la tumba
de Sherlock, y ahora tampoco lo harían.
Una pequeña lágrima rueda por su
mejilla, a la que luego se le unen un par más, pero se las limpia rápidamente y
decide de una vez por todas calmarse de verdad y tomar medidas, las pocas que
podía, ya que no sabía a qué se enfrentaba ni cuándo recuperaría Sherlock la
consciencia.
Pone dos dedos delante de la
nariz de Sherlock. Respiraba, aunque tomaba poco aire a causa de la mucosa y
muy rápido, hecho que hacía que los latidos del corazón se acelerasen. Lo que
más le intranquilizaba era la temperatura corporal. Estaba helado como un témpano.
Lo coge en brazos, tambaleándose por el camino, y lo lleva a la habitación,
arropándolo con sábanas, edredones y mantas, lo que hiciese falta para que
entrase en calor. Espera unos veinte minutos para ver cómo evoluciona, sin
apartarse de su lado, controlando también el pulso, el cual parecía que se iba
normalizando.
Vuelve a ponerle las manos a ambos
lados de la cara. La temperatura no subía. Las mantiene ahí durante un rato,
acariciándole las mejillas lentamente y mirándole a los ojos, triste porque el
detective no le devolvía la mirada. ‘’Está
más pálido que de costumbre...’’. El labio inferior de manera inconsciente
le temblaba un poco, y eso ponía nervioso a John.
Lo destapa y se queda inmóvil un
segundo. ‘’ ¿Qué hago? Por Dios… ¿qué
hago? No sé lo que tiene. No sé qué debo hacer…’’.
Le desbotona y abre la camisa.
Mira su pecho desnudo un instante, igual de pálido que su cara. Parecía una
estatua renacentista perfecta, pura, esculpida en mármol. Traga saliva,
nervioso. Se calienta las manos con el aliento y empieza a hacerle masajes
pulmonares. Parecía que recuperaba un poco la temperatura, pero de pronto
Sherlock empieza a tener pequeños espasmos irregulares en los brazos. John frunce
el ceño confuso y le mira.
— ¿¡Sherlock!? Por Dios,
despierta. Estoy desesperado. ¡No sé qué hacer! ¿Qué has hecho mientras yo no
estaba? Te dejo sólo, enfermo e indefenso y... ¡No es justo! —realiza con más
ímpetu los ejercicios de reanimación, sin resultado alguno. Pega la frente en su
pecho y grita—. ¡No puedes irte! ¡No ahora! —se sube en la cama y le rodea la
cintura con sus rodillas, sin dejar de darle golpes en el pecho, soltando un
gemido grave y ahogado en cada uno. Empieza a llorar descontrolado—. ¡NO
DELANTE DE MÍ! ¡ERES IDIOTA! ¡ERES IDIOTA…Y TE QUIERO! ¡ASÍ QUE VUELVE!
De repente, Sherlock abre ampliamente
la boca, aspirando una cantidad de aire enorme en una profunda bocanada, como
si no hubiese suficiente oxígeno en la habitación y con su aspiración pudiese
derribar las paredes y conseguir más del exterior.
John se queda perplejo,
alejándose y quedándose de rodillas al otro lado de la cama. ‘’ Gracias… —piensa mientras se lleva
las manos a la cara—. Gracias’’.
Sherlock no había abierto los
ojos en su ‘’resurrección’’, pero ya respiraba por la boca profundamente. Estaba
consciente y fuera de peligro; sólo dormía.
El doctor pone dos dedos en su
cuello y le toma el pulso. ‘’Regular’’,
se dice. Además había recuperado algo de calor corporal. John respira más
tranquilo pero todavía nervioso por el momento que ha sufrido. Creía que lo
perdía otra vez delante de él, como aquel día, y que no iba a poder hacer nada
para evitarlo. Se queda sentado a su lado y cierra los ojos, llenos de
lágrimas. Se las limpia con la manga y sonríe. ‘’Idiota. ¿Y si te ha oído? —piensa mientras vuelve a abotonarle la
camisa y lo tapa con la sábana—. No… No
puede ser. Reza para que no lo haya hecho, porque si no, la has fastidiado’’.
Hace un pequeño ejercicio de respiraciones profundas para calmarse y cae
dormido a la hora, agotado y con Sherlock aún sin despertar pero a su lado, con
él, sano y salvo.
Era aproximadamente la una de la
madrugada cuando Sherlock por fin consigue abrir los ojos, aturdido y con la
cabeza dándole vueltas. Tenía los labios resecos y resquebrajados de respirar
por la boca. Mira un poco desenfocado el entorno y se ubica en su habitación.
— ¿John…? —murmura mientras busca
por el colchón a tientas al doctor, hasta que da con su mano y la aprieta
débilmente—. John…
John se despierta al rato y se
pasa una mano por la cabeza. Le dolían los ojos, que estaban rojos e irritados.
Sherlock se había despertado y le estaba cogiendo la mano, apretándosela en
pequeños y débiles espasmos.
— ¿Sherlock? —se incorpora rápido
y le mira. El detective tenía los ojos
entrecerrados, y se pasaba la lengua por los labios para humedecérselos. Le
pone una mano en la frente; estaba más caliente, y John sonríe aliviado—.
¿Sherlock cómo estás? Maldito seas. No sabes el susto que me has dado —le
aprieta más la mano.
Sherlock empieza a mirar a todos
lados, nervioso. De pronto reacciona y se mueve con rapidez, incorporándose en
la cama y soltándole la mano a John. Cuando pone los pies en el suelo, cae de
bruces al instante. Estaba muy débil.
—Tengo… Tengo que averiguar qué
ha pasado… —intenta levantarse, pero las piernas fallan de nuevo, así que opta por reptar por
el suelo apoyándose con las manos en el parquet.
— ¿Estás loco? No. A la cama
ahora mismo. Ya habrá tiempo para eso cuando estés mejor —se levanta de la cama
y va a por él, que ya había llegado hasta la puerta—. Venga, vamos, déjalo
estar por ahora —dice pausadamente mientras lo coge y lo levanta.
—No… —le aparta y vuelve a caer.
No tenía estabilidad ni fuerza alguna. Se pone de rodillas en el suelo, pero
luego se tumba—. John…
John se arrodilla a su lado. Sherlock
ve que tiene los ojos rojos y le mira confundido, pero niega la cabeza.
—La caja… Seguro que ha sido la
caja…
— ¿Caja? —John mira al frente y divisa
a lo lejos el salón—. Si te quedas más tranquilo, te la traigo, pero ahora a la
cam-
— ¡No! ¡No la toques! —Sherlock
le agarra del brazo para impedirle que se pusiera de pie y lo desestabiliza,
haciendo que cayese encima de él.
John consigue poner las manos en
el suelo antes de que sus rostros chocaran. Nota el aliento de Sherlock y ve muy
de cerca sus ojos abiertos de par en par, mirándolo suplicante para que no
fuera a por esa insignificante cajita. Inconscientemente se acerca un poco a él,
haciendo que sus frentes se tocaran, pero reacciona y se incorpora rápido.
—D-de acuerdo, de acuerdo. No la
cogeré. A la cama, ya —lo levanta y pasa su brazo por su hombro, cogiéndole el
otro de la cintura. Lo tumba en la cama y lo arropa. Antes de que se alejase un
poco de la cama para dar media vuelta e irse, Sherlock le agarra de la manga
del jersey.
—No te vayas…
John le mira sorprendido y sonríe para tranquilizarle.
—M-me quedo… Tranquilo.
Se sienta al otro lado de la cama
y ve a Sherlock aferrarse con una mano a su jersey. Siente cómo el agarre se
hace más y más débil conforme a su compañero le invade el sueño. John aprovecha
para tumbarse a su lado para mirarlo, admirarlo, apreciar cada uno de sus
perfectos rasgos faciales y sonreír una vez más por tenerlo de nuevo con él, manteniendo la mano que el detective tenía en
su pecho y cogiéndosela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario