Un fuerte golpe en la calle y unos gritos de lo que parecían albañiles diciendo palabrotas porque uno de sus compañeros había dejado caer la pesada carga del montacargas sobresaltaron a Seb, acostado en su cama. La luz que salía salvaje y deslumbrantemente de la ventana le da de lleno en la cara y le obliga a llevarse una mano a la cara. Mira a su alrededor con dificultad. No parecía su habitación de la casa de Jim.
— ¿Qué cojones…? Este es mi piso. ¿Qué hago en mi piso?
Vuelve a derrumbarse en la cama y suspira profundamente. Cierra los ojos y se pone de lado, dándole la espalda al borde la cama. Vuelve a abrir los ojos muy despacio. ‘’ ¿Qué…?’’, piensa aún con los ojos entrecerrados. Veía un bulto enorme al otro lado de la cama. ‘’No recuerdo haberme traído a nadie… Aunque tampoco recuerdo haber llegado aquí’’. Se incorpora despacio para intentar averiguar quién era ese desconocido que se tapaba toda la cara con las sábanas. Con dos dedos, retira lentamente las sábanas blancas mientras bosteza. Al ver quién es, casi se ahoga dentro del bostezo y abre de manera desmesurada los ojos; parecía que se le iban a salir de las cuencas. ‘’No… No, no, no. Imposible’’.
El pelo oscuro y corto, aunque algo alborotado si se comparaba con cómo solía llevarlo normalmente, y sus enormes ojos negros pero que ahora estaban cerrados, además de la naciente pelusilla de barba, lo delataban. Jim. Suelta las sábanas y vuelve a taparle la cara. Sale con cuidado, mucho cuidado para no despertarlo, de la cama, coge unos calzoncillo de uno de los cajones de la mesita de noche y va a la pared, en la que se apoya mientras mira ese bulto en su cama. Necesitaba pensar, aunque la resaca le dificultaba la tarea.
Se lleva las manos a la cara, intentando desvanecerse en la oscuridad que le proporcionaban e ignorando el ruido de la calle. La noche anterior Jim y él fueron a celebrar que el detective había caído en el juego, aunque primero en la trampa que luego le llevaría a querer jugar. Jim estaba bastante contento, y Seb llevaba tiempo sin verlo así. ''Richard era el que solía sonreír’’, pensó cuando lo vio esbozar una curiosa y simple sonrisa que dejaban al descubierto sus dientes blancos y perfectos cuando se presentó en su casa. Fueron a un bar cerca del piso de Seb. A Jim se le ocurrió la locura de hacer un curioso juego con chupitos de whisky, una locura que luego llevaría a dejarlo bastante indispuesto. Seb tampoco estaba muy bien, pero puso el freno a tiempo para poder llevar luego a Jim a su casa.
Volvieron al piso del francotirador. Jim no paraba de reírse y decir cosas evidentes por el camino, como ‘’ ¡Mira qué coche más pequeño! Ahí no cabe ni un enano’’ o gritarle cosas a la gente por la calle, y no especialmente cosas bonitas. Seb se reía porque no podía controlarse, pero intentaba estar todo lo sereno que el alto nivel de alcohol en su organismo le permitía. Al llegar al piso, Jim hacía como que era la primera vez que estaba allí, y todo le entusiasmaba. Los sofás, la televisión, los cojines, las lámparas... Seb estaba de pie observando como el crío recorría la tienda de juguetes emocionado, y sonreía. Ese entusiasmo le recordaba a cuando Jim era Rich, a esos felices días que no volverían, a esas idílicas vacaciones. Eso lo entristece por un momento y decide acostar a Jim de una vez. Los despertares que tenía después de haber bebido no eran muy agradables. ‘’Por lo menos que descanse algo’’, pensó. A Seb le empezaba a doler la cabeza y todo se volvía más borroso. Razonar cada vez le costaba más. O se iban ya o podría pasar cualquier cosa.
Se acerca a él por detrás y apoya las manos en sus hombros.
—Va-vamos, Jim. Será mejor que nos vayamos a la cama.
—No —respondió dándose la vuelta. Tenía una tonta sonrisa permanente en la boca y le apestaba el aliento a whisky, un olor que mezclado al aliento a vodka de Seb, hacía una combinación extraña pero siendo un olor fuerte y dulce a la vez—. Qui-quiero jugar. ¿Un reto? ¡Venga sí, un reto!
— ¿Un reto? —preguntó Seb. Jim le contagió su risa, pero pronto sacude a cabeza—. No, de verdad. Vamos a dormir. Mañana será un infierno co-como no descansemos unas horas.
Jim hace caso omiso de su consejo y lo empujó hacia el sofá. Seb cayó pesadamente sobre los cojines, notando una sacudida interna vomitiva. Todo se volvía más borroso, pero pronto se normalizó esa sensación. Era sólo la agitación del momento.
— ¿A que no te atreves… —empezó a decirle Jim mientras se sentaba a su lado. Se pone enfrente de Seb, muy cerca— a aguantarme la mirada así de cerca? Si-siempre te han puesto nervioso este tipo de cosas. No aguantarás.
Seb enarcó una ceja. De la frase apenas había entendido tres o cuatro frases, pero con esas pocas captadas pudo comprender lo que había dicho.
—Joder. Ni borracho d-das tu brazo a torcer. Ya verás…
Se incorporó un poco en el sofá y se acercó más a Jim. Estaban a escasos centímetros el uno del otro, y sí, Seb se ponía más y más nervioso. ‘’Será idiota. No puedo estar tan cerca de él y menos así…’’. Jim estaba completamente serio, aunque en el algún momento se reía un poco, seguramente porque no esperaba que Sebastian aguantara tanto, quien en un momento de descontrol de su cuerpo, se inclina un poco más hacia Jim. Jim de pronto borra esa diminuta sonrisa, le miró fijamente y se acercó un poco más. Seb frunció el ceño. Podía notar su respiración. La suya era agitada, y empezaba a notar que tenía más calor que antes. Alternaba su mirada entre los grandes ojos oscuros de Jim y sus labios, que dejaban un resquicio de oscuridad, dejando ver parte de la fila de dientes de abajo.
Le pilló por sorpresa que fuera Jim y no él el que terminara de cruzar la corta distancia que los separaba y le diera un corto beso en los labios. Cuando se separó, Jim seguía serio. Ni se echó a reír, ni pensó en lo que había hecho. Seb estaba paralizado, sin saber qué hacer, hasta que la locura le embotó la cabeza. ‘’A la mierda’’. Se impulsó hacia Jim y le cogió con ambas manos la cara, dándole un beso más largo. Jim le agarró de las mangas de la chaqueta, tirando de ellas y atrayéndolo hacia él, y abrió un poco más la boca para que sus lenguas entraran en contacto. Seb sabía lo que lo estaba haciendo, y que le costaría caro, muy caro, pero era Jim quien le había tentado, aunque la reprimenda y el severo castigo caería sobre sus hombros.
Jim lo impulsó hacia arriba hasta que llegó a la pared y lo empotró en ella, sin parar de besarle con lujuria y desenfrenadamente. Seb rápidamente empezó a quitarle la chaqueta, tirándola al suelo, y luego le desabrochó la camisa, dejándola abierta. Empezó a acariciarle con fuerza, clavando un poco las uñas, su espalda, hasta llevar nuevamente las manos a su cuello. Jim bajó las manos y empezó a quitarle el cinturón, mientras le mordía con fuerza el cuello. Seb gimió y gritó un poco. Miró al infinito mientras notaba cada una de las caricias de Jim. Todo lo que hizo con Richard se juntaba, comprimía y colapsaba en un solo acto. Todo lo que fue dulce y pasional, ahora era salvaje, fiero. Notaba cómo la sangre le latía más fuerte en la zona que Jim le había mordido y sonrió. Lo había excitado, y si Jim seguía bajando sus manos, no tardaría en notarlo. Lo empujó un poco hacia delante y se separó de la pared para volver al ataque, besando a Jim apasionadamente y dirigiéndose al piso de arriba, dejando prendas de ropa desparramadas por las escaleras.
A partir de ahí Seb sólo recordaba arañazos, gemidos, sábanas volando por los aires, más mordiscos, exclamaciones de placer y éxtasis, por encima de todo, el éxtasis. Había hecho el amor con Jim. Agradece el poder acordarse. Vuelve la realidad, a la luz, y se cruza de brazos mirando a Jim dormir. ‘’Me va a costar, si no la vida, el puesto. Me va a costar el estar con Jim. Por una noche de placer, Seb. Te puede la carne, maldito idiota’’. Se frota los brazos y nota una pequeña línea enrojecida e irritada en su hombro izquierdo, uno de los arañazos que Jim le dio, y la marca en el cuello, que si la tocaba le dolía un poco. ‘’Marcando territorio. El único que puede hacerlo, aunque ya no lo volverá a hacer’’.
Empieza a oír murmullos debajo de las sábanas. ‘’Voy a morir’’, piensa mientras se tapa la boca para controlar una pequeña risita.
—Dios… —poco a poco, Jim sale de debajo de las sábanas, pero vuelve a esconderse cuando el fogonazo de luz natural proveniente de la ventana le da de lleno. Seb se aproxima a la venta y baja un poco las persianas. La luz y el ruido proveniente de la calle se dispersan un poco—. ¿Sebastian?
—Sí, estoy aquí—‘’Por desgracia’’, piensa. Se cruza brazos.
—Joder… ¿Tanto bebimos? Me martillea la cabeza de manera infernal…
—Tu jueguecito de chupitos se nos fue de las manos, sí.
‘’No sé por qué estoy tan feliz si me va a caer la de Dios’’. Resopla y mira cómo Jim se levanta despacio de la cama. Se incorpora en la cama, y la gravedad hace que las sábanas se escurran hacia abajo y dejen su pecho al descubierto, permitiendo que Seb viera algún pequeño arañazo en el cuello. Él tampoco pudo controlarse. Mira a Seb con una cara de asombro e interrogativa inquietante.
— ¿Qué hacemos en tu piso? ¿Y dónde están mis calzoncillos?
El francotirador busca por el suelo hasta que da con ellos y se los tira al borde de la cama. Seb comienza a ponerse en situación y a esperar de forma adulta la reprimenda, los gritos y puede que algún puñetazo. Los ojos de Jim siguen muy abiertos, mirando de arriba abajo a su francotirador, también en ropa interior. Se percata de la marca enrojecida y del arañazo del hombro, además de otras marcas. Señala tembloroso su cuerpo.
—Dime que eso no lo he hecho yo.
Seb no contesta, simplemente le mira muy serio. Sabía que si hablaba diría alguna barbaridad, y no era el momento.
—Joder… Joder. No —Jim se alcanza arduo y agresivamente los calzoncillos, se los pone debajo de las sábanas y sale de la cama. Se para un momento ya de pie, llevándose una mano a la cabeza por el insistente dolor producido por la resaca. Camina como puede hasta el baño y se mira al espejo—. Dios, no…
Seb agacha la cabeza y resopla. ‘’Si es que no tenía que haberlo hecho. Yo era consciente de lo que estaba pasando… Ya me dije que esto nunca pasaría por el bien de nuestra relación profesional. Menudo gilipollas estoy hecho’’.
Jim sale del cuarto de baño y busca por la habitación alguna prenda de ropa, aquellas que no dejaron tiradas por las escaleras. Se encorva para coger del suelo su camiseta y se la abrocha. Se coloca delante de Seb y le mira muy serio. Seb puede ver sus ojos rojos, en parte por el cansancio y la resaca y en parte por la rabia que estaba creciendo en su interior.
— ¿No tienes nada que decir? —le pregunta su jefe.
—Que estábamos borrachos.
—No me mientas, pedazo de…
—No te miento. Ambos íbamos hasta arriba de chupitos. Le podría pasar a cualquiera.
— ¡Y nos tenía que pasar a nosotros! ¡Joder! —empieza a dar vueltas por la habitación, mascullando entre dientes cosas que Seb no logra captar. ‘’Seguro que piensa que por esto ya no va a poder meterse en mi cama para dormir’’—. Me mientes. Tú lo sabías. Sabías lo que estábamos haciendo. ¿Qué pasa? ¿Que te encariñaste con eso de que me vaya a dormir contigo y te lo tomaste en serio, te hiciste ilusiones? ¿Tan rematadamente corto de midas eres?
—No. El que se lo está tomando aquí en serio eres tú. Si no le dieras tanta importancia… —corta la frase al recibir un puñetazo, no muy fuerte pero lo suficiente, de Jim en la mandíbula. ‘’Primer golpe’’. Abre un poco la mandíbula y se la cruje para poder seguir hablando—. Si no quieres creerme, de acuerdo.
Jim le coge por el cuello y le empuja hasta la pared, haciendo un amago de querer asestarle otro golpe. Seb le mira desafiante, esperándolo, pero Jim frunce los labios y le empuja otra vez, haciendo que se golpee con fuerza la cabeza en la pared. Seb no muestra signos de dolor ni se queja por el golpe, y le aguanta la mirada largo rato. Poco a poco va suavizando el gesto, pero no como para transmitir tristeza o algo parecido. Estaba esperando que le despidiera para siempre.
—Limítate a hacer tu puto trabajo, ¿entendido? A partir de ahora, nada más que trabajo. Y esto lo digo ahora. Puede que más adelante cambie de opinión y te largues. Y de momento te quedas aquí. No vuelvas a mi casa.
Seb traga saliva pero no contesta. Jim se pone en marcha, cogiendo del suelo lo que era suyo y saliendo de la habitación sin mirarle otra vez. Seb se apoya en la pared, derrotado, cuando escucha el portazo que da Jim al rato.
— ¿¡No hay horas más normales para trabajar, simios con cascos!? —Seb escucha cómo Jim le grita a los albañiles de enfrente. Se asoma a la ventana y ve las caras estupefactas de los obreros y a Jim desapareciendo por el largo de la calle hasta que gira en una esquina y lo pierde por completo de vista.
Se da media vuelta y mira la cama, en la que se desploma al instante. ‘’Podría haber sido peor, pero esto nos distancia mucho…’’. Se incorpora y mira donde había dormido Jim. ‘’El lado de Rich era el izquierdo, no el derecho’’. Eran polos totalmente opuestos, pero podía haber notado algo en Jim esa noche que le recordaba a Rich. Sí, hubo agresividad y dominio, pero algún pequeño detalle. Tal vez eran imaginaciones suyas, y se había sumergido nuevamente en esos días en Cardiff. ‘’No… Los besos eran los mismos’’. Vuelve a derrumbarse y a esconder la cara entre las sábanas.
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