martes, 2 de abril de 2013

The snap (John, 2)

Ve estupefacto cómo su compañero sale del salón para dirigirse a la calle. Nunca había visto al gran Sherlock Holmes escapar de los problemas, y menos aún de una discusión. Es como si le dejase ganar. ¿Pero por qué?

Vuelve a la cocina abatido y desconcertado y coge su taza de té, yéndose más tarde al sofá a mirar por la ventana. Al rato, empieza a llover, y observa alicaído el cielo nublado.

— ¿Por qué se habrá marchado? Sherlock nunca hace eso. Siempre debe tener la última palabra, siempre tiene que salirse con la suya y yo o darle la razón o rendirme. Nunca ha huido de esa forma…

¿Y si Sherlock intentaba evitar algo? Se termina el té y lo deja encima de la mesa, echando luego la cabeza hacia atrás y mirando al techo. Cierra los ojos y cae en la cuenta, empezando a reírse como un loco.

—… Será cabrón —rápidamente coge su abrigo y sale del piso—. Está evitando que estalle. Han sido cuatro años de silencio, y ya no puedo más.

Algo dentro de él se movía con una fuerza sobrehumana. Todo lo que se había callado desde que Sherlock volvió a su vida estaba brotando de manera incontrolada e inundaba todo su ser, agitándole. Al rato se da cuenta de que ha olvidado su paraguas y que está totalmente calado, aunque ya le da igual. La lluvia era abundante y en poco menos de una hora se había apoderado de las calles.

‘’No ha podido ir a Regents Park. Demasiado cerca. El muy idiota habrá querido irse más lejos por si acaso salía a por él’’, piensa. Da media vuelta y se dirige calle abajo.

Se abrocha hasta arriba el abrigo y se sacude el pelo varias veces. Cuando llega al parque, pasea con paso vivo por el camino principal, buscando entre la cortina de gotas de lluvia alguna oscura figura alta y morena.

Encuentra a Sherlock sentado e inmóvil en un banco, chorreando y mirando al frente, a unos diez metros de distancia de él.

— ¿De verdad, Sherlock? —le grita. Eleva el tono de su voz porque el sonido de la lluvia chocándose en el suelo se hace más sonoro—. Eres un cobarde. Tres años. Tres putos años esperándote, y podrían haber sido muchos más. Mírame a la cara y enfréntate a mí.

Entrecerrando un poco los ojos desde su sitio, consigue ver que Sherlock ni se ha movido del suyo y de que ni siquiera le ha mirado. Acorta un poco la distancia y consigue verlo mejor. Estaba sentado recto en el banco con las manos en los bolsillos. El pelo le caía por la frente, todo mojado, haciendo que las gotas de lluvia hiciesen un recorrido por su cara desde la nariz hasta la barbilla. El labio inferior le tiritaba un poco por el frío. Llevaba lloviendo como dos horas, y él no se habría movido de ahí, deduce.

John cierra las manos en puño.

—He dicho que me mires. Necesito explicaciones. Pero no las que me diste aquel día enfrente de tu tumba. Quiero saber por qué.

— ¿Por qué, qué? —Sherlock gira rápidamente la cabeza para mirarle, haciendo que las gotas de su cara bailasen hacia un lado.

— ¿Ni una carta? ¿Ni un mensaje? Y Molly. La involucraste. Nos estuvo engañando todos estos años también.

— ¿Entiendes lo que quiere decir la frase ‘’Me fui para protegeros’’? —su tono era seco y severo—. No tenías que saber nada de mí. Nadie debía saber que yo estaba vivo y fuera del país. ¿Una carta? ¿Un mensaje? Me remito a lo que acabo de decir —hace una pequeña pausa y mira hacia otro lado—. Y sobre Molly, ella hizo exactamente lo que yo le dije. No podíais saber nada sobre todo eso. No tengas sentimientos de rechazo hacia ella. No sería justo.

‘’Molly sólo quería ayudar... Pero Sherlock podría habérmelo dicho a mí también. ¿Tan idiota cree que soy?’’.

— ¡No habría ido a por ti si hubiera sabido que estabas vivo! No soy tan estúpido, Sherlock. Si lo hubiese hecho, tu tapadera habría sido descubierta y todo se hubiese ido al traste, descolocando tu idílico plan para mantenernos a salvo. Sólo necesitaba saberlo, nada más, y esperaría a que volvieses cuanto hiciese falta. Haber estado tres años sabiendo que seguías con vida habría sido mucho más fácil para mí y para todos. Estábamos destrozados.

En el fondo una parte de él pensaba que eso tampoco habría sido tan bonito como creía. La distancia lo estaría matando. Pero habría sido mejor desesperarse porque estaba en otro continente que morir día a día por dentro por creerle muerto.

— ¿Crees que para mí fue fácil tener que alejarme de lo poco que tenía? —replica el detective—. ¿Del trabajo? ¿De… los amigos?

Se levanta del banco y se pasa la mano por el pelo, apartándoselo un poco de la frente y dejando que John viese mejor sus ojos, que lo miraban muy fijamente.

—… Además, lo que dices era algo impensable. Lo mejor era que la gran mentira del detective asesor embustero siguiera presente durante años hasta que por fin se convirtiese en una leyenda del montón. Si hubieras sabido que estaba en Estados Unidos no habrá conseguido eso.

— ¡Y NO LO CONSEGUISTE! ¡NO CONMIGO! ¡Eres un ignorante! —da un paso hacia delante, poniéndose muy cerca de él, y le señala con el dedo—. Nunca dejé de creer en ti, y si no hubieras vuelto, nunca lo habría hecho. Han sido tres años creyendo en Sherlock Holmes y esperando un milagro que no llegaba… —cierra su mano en puño otra vez y la aparta de su cara—. Intenté quitarme la vida… porque todo se cernía sobre mí. Era demasiado peso y no podía más.

Se acuerda del momento en el que abrió el cajón de su mesa en su antiguo piso y cogió la pistola. Estaba a punto de apretar el gatillo cuando Sherlock se le apareció, mirándole fijamente. En el último momento, él evitó que hiciese una tontería.

De repente, Sherlock abre mucho los ojos y le coge por los hombros. John se estremece. No por el frío, sino por el contacto.

— ¿¡Que intentaste qué!? —le suelta y empieza a caminar de un lado para otro, asimilando lo que acababa de oír—. Tenía gente vigilándoos, y no me notificaron algo así... —vuelve a acercarse a John y le zarandea  con fuerza—. ¿Cómo se te ocurre pensar que la muerte era una opción? ¿¡Cómo se te pasa algo así por la cabeza, John!? No es ninguna solución. ¡Está lejos de serlo! Me decepcionas. No vuelvas a pensar en algo así, jamás. Te lo prohíbo.

John se zafa de su agarre, le da un puñetazo en la cara y se da media vuelta.

—No tienes ningún poder sobre mí —‘‘Mentira, John’’, piensa—. No puedes prohibirme nada —‘’Puede hacer lo que quiera contigo, idiota’’—. Así que no te las des tan de importante —‘’Sabes que lo es’’.

Se pasa de nuevo la mano por el pelo y se rasca la cabeza. Estaba enfadado y confuso, y su cabeza en cualquier momento podía hacer que soltase alguna de las cosas que no se atrevía a decir. Nunca podría decirle lo que de verdad sentía. Era demasiado arriesgado. Mientras se aleja, oye a Sherlock ya en la lejanía gritarle.

— ¿Es que no lo entiendes? ¡Fue por ti, John, para que estuvieras a salvo!

Se para en seco. Por primera vez hablaba en singular. No había dicho ‘’Fue por vosotros’’, sino ‘’Fue por ti’’. Le extraña, pero prefiere pasar de largo.

— ¡Compra la condenada leche o te volveré a pegar!

Empieza a correr hacia el piso, intentando no bañarse en ninguno de los enormes charcos de agua que hay por los adoquines de la calle. Nada más entrar en casa, se quita el abrigo y la ropa mojada, dejándola tirada por el suelo. Ya la recogería más tarde. Ahora tenía que meterse en el baño y darse una ducha.

El detective había dicho que le habían vigilado durante los tres años que él no estuvo. ‘’ ¿Vigilarnos para qué? —piensa—. ¿Para ver lo tristes que se habían convertido nuestras vidas, mi vida? Habrá recibido información sobre mí, de lo mal que he estado, y no ha hecho nada. Egoísta de mierda…’’.

Sentía que se había quedado corto, que podría haberle dicho mucho más, pero por otro lado era mejor así. Le había dicho lo justo para que se sintiera culpable, y lo último que su amigo le contestó dio a entender que lo había conseguido. Sherlock significaba mucho para él y no creía que el detective se diera cuenta de ello. Pero no era capaz de decírselo. Ponía en juego años de confianza y amistad, y para él eso era demasiado importante como para dejarlo escapar. No tenía nada más. No tenía a nadie más.

Tras tomarse unas pastillas por el dolor de cabeza y recoger la ropa húmeda del suelo, se acuesta. A la mañana siguiente encuentra unos bricks de leche en la encimera de la cocina.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me ha gustado mucho. Has dejado esto muy intrigante. Necesito mas capitulos