viernes, 5 de abril de 2013

Wake up! (Seb, 2)

—Vamos allá —le dice Sebastian a su reflejo.

La espuma blanca de afeitar le cubría media cara. Coge del vaso del lavabo la navaja y la frota contra una tira de cuero para afilarla. La pone a la altura de sus ojos, viéndose en el impoluto y brillante reflejo que le otorga, y empieza a pasarse la hoja por la cara, quitándose en suaves pero rápidas pasadas trozos de espuma y limpiando la hoja de la navaja en el lavabo.

Era muy tarde, puede que las dos y media. Había noches en las no podía conciliar el sueño y tenía que hacer algo para no aburrirse. Erik y Eli estarían abajo trabajando o ya en la cama, y Jim en su cuarto acostado si la migraña le había dado una noche de paz. Seb supone que se habría tomado las pastillas y estaba intentando dormir. Así que le ex militar dedicaba su noche a ojear unos cuantos libros y a desmontar, limpiar y volver a montar su rifle.

Justo cuando le queda sólo una pizca para terminar de afeitarse, un estruendoso golpe, como si algo muy pesado se hubiera caído de una estantería al suelo, o como si alguien hubiese dado un fuerte puñetazo en la pared, le sobresalta y hace que se corte un poco con la navaja en la mejilla, y un fino hilillo de sangre empieza a correr por ella. ‘’Mierda’’, piensa mientras se estira un poco la piel y hace que la sangre corra hacia abajo más deprisa. Chasquea la lengua al notar que el escozor sale a la luz en su trocito de piel abierta y se aclara con agua para quitarse la espuma sobrante y la sangre.

Sale del cuarto en silencio por si Jim ya estaba dormido y baja con cuidado las escaleras. ‘’ ¿Estas horas y siguen despiertos?’’, piensa al entrar en el salón y ver a Erik sentado en el suelo con cara de cansancio pero repasando unos informes. Seb puede ver unos brazos extendidos sujetando unos folios por encima del respaldo del sofá. Eli estaba tumbada boca arriba y canturreando.

— ¿Habéis sido vosotros? —pregunta el francotirador en voz baja.

— ¿Que si hemos sido nosotros el qué? —replica extrañado Erik.

Eli se asoma por encima del sofá.

—Los de ese ruido —continúa Seb—. ¿Habéis tirado algo o…?

—No hemos hecho nada —responde Eli frotándose los ojos—. Y tampoco hemos oído nada.

Seb resopla un poco malhumorado hasta que se para a pensar. Corre escaleras arriba. Eli y Erik se miran sin entender nada, se levantan y le siguen.

Seb entra silenciosamente en la habitación. La poca luz que hay le permite ver que Jim no está en la cama. Gira la cabeza a su izquierda a la puerta del baño que estaba abierta y ve la luz encendida. Se aproxima rápidamente a ella y lo ve tendido en el suelo, con pastillas y un bote destapado a su alrededor, espuma en la boca y con los ojos abiertos de par en par. Un repentino flashback le hace ver al Jim Moriarty con la cabeza agujereada horripilantemente y rodeado de sangre en la azotea del Barts y se queda paralizado un segundo, hasta que Erik se asoma y se lleva una mano a la cabeza y Eli irrumpe en la habitación y grita el nombre de su jefe.

—Dios mío… —murmura el mago.

— ¡Jim!

Seb nota que la chica va a adentrarse en el baño y reacciona antes, poniendo una mano delante de ella y siendo él el que corre al lado de Jim. Erik pilla el mensaje y sujeta a Eli.

— ¡Suéltame, tengo que ayudarle!

Los sollozos y la voz entrecortada de Eli, además de sus gritos intentando librarse del agarre de Erik, ponían nervioso a Seb.

— ¡Joder, llévatela! —grita mirándolos.

— ¡No pienso irme a ningún sitio!

Seb ignora a Eli y vuelve su vista a Jim. Le sujeta la cara con ambas manos. Jim le estaba con la mirada perdida y fija en un punto infinito, pero no podía hablar. No podía hacer nada más que mirarle con sus enormes ojos negros. Seb empieza a ponerse más nervioso al ver que se le cierran poco a poco. Le da palmaditas en la cara para que reaccione y no deje de mirarle. Al momento ve que es imposible y pasa a darle golpes en el pecho.

Eli consigue zafarse de Erik y se pone al otro lado, sujetándole la cabeza a Jim y suplicando que se despertara. Seb ni levanta la vista para mirarla.

—Erik, ¿puedes llevarnos al hospital? —dice sin dejar de lado los masajes pulmonares.

—En su estado un viaje por teletransporte puede ser muy peligroso —responde el mago acercándose e intentando coger por detrás a Eli y apartarla de ahí, cosa que no consigue.

‘’Adrenalina’’, piensa al instante.

—Fuera de aquí —siente que Eli levanta la cabeza y le mira furiosa—. ¡Los dos, ya! ¡Joder Erik, cógela e idos a vuestra casa! ¡No pintáis nada aquí!

Erik tira fuerte de Eli y consigue levantarla del suelo, no sin antes esquivar algún zarpazo por parte de la chica.

— ¿¡Cómo que no pintamos nada aquí!? ¡Bastardo! —Erik empieza a arrastrarla hasta el marco de la puerta—. ¡Suéltame! ¡Es mi padre, suéltame! —es lo último que Seb le oye decir antes de que desaparecieran de la habitación.

Por fin a solas, desata su frustración con gritos ahogados y golpes más fuertes en el pecho.

— ¿Qué has hecho, pedazo de idiota? —suelta un grave jadeo con cada golpe—. Despierta, ¡despierta!

Tenía que recurrir ya a la adrenalina porque no conseguía nada. Sale corriendo del baño y va a su habitación. Desde hacía tiempo había guardado un pequeño maletín con una aguja y botes de adrenalina por si pasaba algo, pero nunca esperaría llegar a usarlas. Coge un rotulador rojo que tiene junto a un montón de papeles encima de la cama y se lo lleva a la boca.

Vuelve con Jim y empieza a meter el líquido en la enorme jeringuilla. Con esta en una mano, le raja de un tirón la camiseta a Jim y destapa el rotulador con la otra, quedándose la tapa entre sus dientes, y pinta un punto rojo en su pecho. Tenía que ser preciso, muy preciso, y era difícil, porque debía ser firme, con nervios de acero, levantar la jeringuilla en lo alto y luego rápidamente clavarla en el centro de ese punto rojo, dando en la diana.

Sube la jeringuilla por encima de su cabeza, cierra los ojos y respira hondo. ‘’Lo mataría en cuanto se despertara’’. Mira a Jim una vez más antes de centrar toda su atención en el punto de su pecho. Nota cómo una gota de sudor recorre su frente y su nariz hasta que corre por el suelo con rapidez. Resopla, soltando de sus pulmones todo el aire y la presión, y con un movimiento rápido, perfora el punto exacto con la jeringuilla de adrenalina. Al momento Jim abre de par de par los ojos, cogiendo todo el aire que puede, sin preocuparle que pudiera reventar de tan amplia inspiración y retrocede, mirando nervioso a todos lados. Inconscientemente le da patadas a Seb cuando se aleja de él y choca con la bañera. Seb respira algo más aliviado.

Jim se lleva las manos a la cabeza y empieza a balancearse de delante hacia atrás. Se abraza las piernas y empieza a balbucear cosas que Seb no entiende.

— ¿Jim? —se acerca lo más mínimo para no asustarle. Estaba en shock—. Ya está, ya ha terminado. ¿Qué cojones has hecho? —le dice enseñándole el bote de pastillas.

—La migraña… Las pastillas… Pero no sé qué pasó… —responde con dificultad, aunque Seb nota que poco a poco vuelve en sí.

Mira el bote. No era el Imitrex para las migrañas, sino una droga con alto porcentaje de cocaína. Tira el bote al suelo y aparta las pastillas desparramadas a su alrededor. Se pone a su lado, apoyando la espalda como Jim en la bañera.

—Te voy a ayudar a levantarte y te voy a llevar a la cama, ¿de acuerdo?

Jim parecía más sereno, y se limita a asentir despacio con la cabeza.

—Muy bien —Seb lo coge de un brazo y le ayuda a levantarlo. Era la primera vez que lo veía tan vulnerable… tan cansado. ‘’Sin contar cuando despertó en el hospital tras el incidente…’’. Seb no dejaba de pensar en su tiempo en Cardiff con Jim, nunca lo dejaría. Se olvida por un momento de eso y hace que Jim se apoye en él para poder caminar. Las piernas todavía le fallaban y no podía solo—. Ya queda poco —susurra al cruzar el marco de la puerta. Camina despacio, apretando contra él a Jim y sujetándolo fuerte de la cintura y del brazo. Por fin llega al borde de la cama y lo suelta un poco para que Jim por su cuenta levante las sábanas y se metiera lentamente.

Seb termina de ayudarle y se incorpora.

—De aquí ya no te vas a mover, eso está claro —suspira y se quita el sudor que tenía en la frente—. La próxima vez, me pides a mí que te ayude a buscar las pastillas. Sabes perfectamente que no puedes ver bien cuando tienes los dolores. No seas tan insensato.

—No me hables así… —replica en un susurro Jim, tapándose la cara con las sábanas.

—Como quieras. Buenas noches, supongo —se da media vuelta para salir.

—No.

— ¿No? —pregunta extrañado volviendo la vista a la cama.

—Quédate.

Seb frunce el ceño. ‘’ ¿Que… que me quede?’’. Va a decirle algo, pero Jim sisea justo cuando Seb emite un leve sonido.

—No hagas preguntas. Quédate.


Esboza una sonrisa, sorprendido, después de un suspiro, y camina hacia el otro lado de la cama, metiéndose con cuidado en ella. Jim se acerca un poco a él, quedando muy cerca el uno del otro. Seb vuelve a pensar en esos días y no sabe cómo sentirse, si mal porque esto era algo excepcional y antes lo hacía casi todas las noches o feliz y nostálgico por poder tener esa sensación otra vez. Se mantiene despierto una hora más o menos, pero nota que Jim se ha dormido más pronto de lo que acostumbra.

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