Llevaba días intentando esquivar
a Sherlock, aunque fue una tarea no muy complicada; su compañero apenas salía
del cuarto. John siempre iba con cuidado cuando volvía del trabajo; cogía algo
para picar, el periódico y se encerraba en su habitación.
Dos días después de lo del beso,
por lo que se sentía realmente estúpido, se topó con Sherlock. Hubo un pequeño
silencio incómodo que el doctor rompió con una serie de disculpas tontas.
Sherlock simplemente dijo su nombre y le miró fijamente a los ojos, como intentando
decirle que no pasaba nada y que lo dejase ir.
John se arrepentía de su impulso.
Un gran paso para él, que necesitaba y deseaba dar, pero con consecuencias
desastrosas. No paraba de repetirse que prefería tener una vida con Sherlock en
la que una ancha y alta valla los separase que vivir así, sin verle apenas por
la vergüenza.
Por lo menos se acostaba cada
noche pensando en el beso, repasando despacio cada momento previo y posterior
de él en su cabeza. Cómo Sherlock reaccionó luego y se abalanzó sobre él con
fuerza, brusco y pasional, o eso le parecía a John. Era como si hubiese sentido
también algo, pero John no iba a forzar la situación. Si de verdad fue algo más
que una sensación suya, tendría que ser paciente… otra vez.
Poco a poco notó que el ambiente
estaba menos tenso. Ya podía estar en la misma habitación que el detective sin
ponerse a temblar, y de vez en cuando podían entablar una pequeña conversación,
siempre hablando del trabajo. ‘’No
podemos hablar de otra cosa, por lo menos no ahora’’.
Una mañana cualquiera, John baja
a la cocina a desayunar. Sherlock ya estaba de nuevo pegado al microscopio.
—Buenos días —dice a la vez que bosteza.
—Buenos días —contesta Sherlock
sin levantar la vista de las lentes.
— ¿Has ido ya al parque de St.
James? Ya sabes. El caso de Jackson Williams.
— ¿Qué? Oh… —levanta la vista y
le mira—. No, la verdad. Hace un par de días que no me he parado a pensar en
eso. De-… Deberíamos ir, ¿no?
A John le gustaba pensar que
Sherlock tampoco podía quitarse de la cabeza aquel momento, aunque sería lo
último en lo que el detective pensase, así que baja de sus ensoñaciones, sonríe
y le contesta.
—Claro. Cuando tú digas.
A la tarde, deciden ponerse manos
a la obra. Cogen un taxi y se dirigen al parque.
— ¿Crees que vas a encontrar
algo? —pregunta John mientras mira la ciudad de Londres por la ventanilla.
—Quién sabe. Han pasado varios
días. Tenía que haber ido en el momento en el que obtuve la información del
sujeto.
John le mira un momento. También
estaba mirando por su ventanilla, así que Sherlock no se da cuenta. Nota que
efectivamente su amigo intentaba pasar página sobre lo que pasó. Eso lo
entristece, aunque en el fondo prefiere estar así a sentirse incómodo todo el
día.
— ¿Sabes lo que sentí cuando
perdí el conocimiento? —Sherlock seguía sin mirarle, pero John no le quitaba el
ojo de encima.
'' ¿¡Sentir!? ¿Cómo es capaz de utilizar esa palabra sin ni siquiera dudar?''.
'' ¿¡Sentir!? ¿Cómo es capaz de utilizar esa palabra sin ni siquiera dudar?''.
— ¿El qué?
—Miedo —John se queda perplejo, y
se acomoda en el asiento, expectante porque Sherlock siguiera hablando—. Miedo,
como cuando Baskerville, pero mayor… Todo se volvía oscuro, tu voz cada vez era
más difícil de escuchar, lejana. Intentaba aferrarme a la vida, a lo que me da
vitalidad. Los casos, las pistas, las escenas del crimen, mis deducciones, tus…
—se lleva una mano a la boca, parando en seco. A John le da un vuelco el corazón.
‘’Estoy dentro de lo que le da vida…’’—.
Cualquier cosa que me ayudase a no caer, pero era imposible, y yo…
Las manos empiezan a temblarle, y
John siente el arrebato de cogérselas, darle seguridad, pero no podía. Le da un
par de palmaditas en el hombro, dudosas.
—Es normal tener miedo, Sherlock,
incluso para ti. Pero eso pasó. Estás aquí, y estás bien… Estamos bien.
Sherlock por fin vuelve la vista
y le mira, dedicándole una pequeña sonrisa de agradecimiento.
Tras pagar al taxista y
abrocharse hasta arriba el abrigo, Sherlock se precipita a cruzar la calle
cuando John se da cuenta de que un coche a toda velocidad se acerca a ellos.
Coge de la mano a Sherlock y lo empuja hacia atrás, impidiendo que el automóvil
lo arrollara.
— ¡Estaba verde para los peatones,
imbécil! —grita agitando al aire la mano que le queda libre.
Se da la vuelta con un suspiro de
desagrado y mira a Sherlock, que tiene el ceño fruncido y está algo ruborizado
alternando la mirada entre sus manos entrelazadas y el Doctor. John sonríe
nervioso y sonrojado. Enseguida deshace el apretón y estira todo lo que puede
las articulaciones de la mano.
—Lo siento…
Sherlock se lleva las manos a los
bolsillos y echa andar. John da un par de zancadas para alcanzarlo.
El resto del trayecto hasta una pequeña
bifurcación del camino lo pasan sin dirigirse la palabra. John estaba muy
preocupado por lo que podrían encontrarse allí. Restos del chico, nada,
Moriarty… Eso era lo peor que podría pasar. Estaban yendo a la boca del lobo.
Se prometió a sí mismo proteger a Sherlock y estar con él, impedir que hiciera
ninguna tontería, pero la naturaleza del detective era demasiado salvaje e
independiente, algo con lo que John, por mucho que lo intentara, no podría
luchar y conseguir domarlo. ‘’Vamos
directos a una trampa...’’, piensa el doctor mirando de reojo a Sherlock.
Esperaba poder ayudarle de ahora en adelante en lo que fuera, y a la vez
protegerlo, del mundo y de él mismo.
—Algunos testigos que frecuentan
el parque a las horas que pasaba Jackson por aquí aseguraron que la mayoría de
las veces tomaba este camino como alternativa —explica Sherlock—. Vamos.
—Claro… ¿Se sabe algo de la
familia?
—Era un chico bastante distante
también dentro de casa. Por supuesto que están afligidos por la pérdida, pero
el padre, según me contó Lestrade, era el menos consternado. Habría continuas
discusiones en su casa, lo más seguro. Tal vez por dinero, o tal vez porque
padre e hijo no se llevaban bien. Seguramente Jackson utilizaba a su padre como
blanco principal para descargar tensiones, sacándolo de quicio de alguna forma.
Pero eso a mí no me importa y no es relevante para el caso.
—Por supuesto. Son seres humanos
con sentimientos. ¿Por qué deberían importarte? —se sentía decepcionado porque,
a pesar de tantos años, seguía siendo bastante insensible con los afectados de
los casos que trataba y con la gente en general. Pensaba que su influencia
había hecho que se volviera aunque fuera un poco más sensible, pero ni por
asomo. Nota que Sherlock agacha la cabeza, afectado por el comentario, y
empieza a llevar una mano a su hombro, pero enseguida rehúsa seguir y se mete
la mano dentro de la chaqueta, avergonzado por su comentario—. Me he pasado.
Perdona…
El sendero cada vez se hacía más
estrecho. Estaba custodiado a ambos lados por enormes chopos que entrelazaban
sus ramas unos con otros en la copa, creando una especie de cúpula en el cielo
y un mosaico de luces vivientes y radiantes en el suelo.
—Bonito, ¿verdad? —pregunta
tímido John, intentando dejar a un lado lo brusco que había resultado antes.
—Sí. Te recuerdo que siempre he
apreciado este tipo de cosas.
‘’No hace falta que me lo recuerdes. Lo sé’’. Sonríe y sigue
caminando, mirando al suelo, a los diferentes puntos de luz. Por lo menos su
reconocimiento y admiración por la belleza natural y el reconocerlo seguían
intactos, y eso alegraba en cierto modo a John.
Llega un momento en el que
Sherlock se para e impide que John continúe,
extendiendo su brazo delante de él.
— ¿Sherlock?
A su derecha, a unos seis metros
de ellos, había una pequeña gruta oscura, pero en la que se distinguía una
figura humana.
De entre las sombras, oyen una
voz.
—Vaya, vaya. Veo que por fin te
has decidido venir a jugar. Maravilloso.
John cambia el gesto de confusión
por una mirada de odio hacia la oscuridad.
‘’Hijo de…’’.
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