martes, 7 de mayo de 2013

The park (John, 5)

Llevaba días intentando esquivar a Sherlock, aunque fue una tarea no muy complicada; su compañero apenas salía del cuarto. John siempre iba con cuidado cuando volvía del trabajo; cogía algo para picar, el periódico y se encerraba en su habitación.

Dos días después de lo del beso, por lo que se sentía realmente estúpido, se topó con Sherlock. Hubo un pequeño silencio incómodo que el doctor rompió con una serie de disculpas tontas. Sherlock simplemente dijo su nombre y le miró fijamente a los ojos, como intentando decirle que no pasaba nada y que lo dejase ir.

John se arrepentía de su impulso. Un gran paso para él, que necesitaba y deseaba dar, pero con consecuencias desastrosas. No paraba de repetirse que prefería tener una vida con Sherlock en la que una ancha y alta valla los separase que vivir así, sin verle apenas por la vergüenza.

Por lo menos se acostaba cada noche pensando en el beso, repasando despacio cada momento previo y posterior de él en su cabeza. Cómo Sherlock reaccionó luego y se abalanzó sobre él con fuerza, brusco y pasional, o eso le parecía a John. Era como si hubiese sentido también algo, pero John no iba a forzar la situación. Si de verdad fue algo más que una sensación suya, tendría que ser paciente… otra vez.

Poco a poco notó que el ambiente estaba menos tenso. Ya podía estar en la misma habitación que el detective sin ponerse a temblar, y de vez en cuando podían entablar una pequeña conversación, siempre hablando del trabajo. ‘’No podemos hablar de otra cosa, por lo menos no ahora’’.

Una mañana cualquiera, John baja a la cocina a desayunar. Sherlock ya estaba de nuevo pegado al microscopio.

—Buenos días —dice a la vez que bosteza.

—Buenos días —contesta Sherlock sin levantar la vista de las lentes.

— ¿Has ido ya al parque de St. James? Ya sabes. El caso de Jackson Williams.

— ¿Qué? Oh… —levanta la vista y le mira—. No, la verdad. Hace un par de días que no me he parado a pensar en eso. De-… Deberíamos ir, ¿no?

A John le gustaba pensar que Sherlock tampoco podía quitarse de la cabeza aquel momento, aunque sería lo último en lo que el detective pensase, así que baja de sus ensoñaciones, sonríe y le contesta.

—Claro. Cuando tú digas.

A la tarde, deciden ponerse manos a la obra. Cogen un taxi y se dirigen al parque.

— ¿Crees que vas a encontrar algo? —pregunta John mientras mira la ciudad de Londres por la ventanilla.

—Quién sabe. Han pasado varios días. Tenía que haber ido en el momento en el que obtuve la información del sujeto.

John le mira un momento. También estaba mirando por su ventanilla, así que Sherlock no se da cuenta. Nota que efectivamente su amigo intentaba pasar página sobre lo que pasó. Eso lo entristece, aunque en el fondo prefiere estar así a sentirse incómodo todo el día.

— ¿Sabes lo que sentí cuando perdí el conocimiento? —Sherlock seguía sin mirarle, pero John no le quitaba el ojo de encima.

'' ¿¡Sentir!? ¿Cómo es capaz de utilizar esa palabra sin ni siquiera dudar?''.

— ¿El qué?

—Miedo —John se queda perplejo, y se acomoda en el asiento, expectante porque Sherlock siguiera hablando—. Miedo, como cuando Baskerville, pero mayor… Todo se volvía oscuro, tu voz cada vez era más difícil de escuchar, lejana. Intentaba aferrarme a la vida, a lo que me da vitalidad. Los casos, las pistas, las escenas del crimen, mis deducciones, tus… —se lleva una mano a la boca, parando en seco. A John le da un vuelco el corazón. ‘’Estoy dentro de lo que le da vida…’’—. Cualquier cosa que me ayudase a no caer, pero era imposible, y yo…

Las manos empiezan a temblarle, y John siente el arrebato de cogérselas, darle seguridad, pero no podía. Le da un par de palmaditas en el hombro, dudosas.

—Es normal tener miedo, Sherlock, incluso para ti. Pero eso pasó. Estás aquí, y estás bien… Estamos bien.

Sherlock por fin vuelve la vista y le mira, dedicándole una pequeña sonrisa de agradecimiento.

Tras pagar al taxista y abrocharse hasta arriba el abrigo, Sherlock se precipita a cruzar la calle cuando John se da cuenta de que un coche a toda velocidad se acerca a ellos. Coge de la mano a Sherlock y lo empuja hacia atrás, impidiendo que el automóvil lo arrollara.

— ¡Estaba verde para los peatones, imbécil! —grita agitando al aire la mano que le queda libre.

Se da la vuelta con un suspiro de desagrado y mira a Sherlock, que tiene el ceño fruncido y está algo ruborizado alternando la mirada entre sus manos entrelazadas y el Doctor. John sonríe nervioso y sonrojado. Enseguida deshace el apretón y estira todo lo que puede las articulaciones de la mano.

—Lo siento…

Sherlock se lleva las manos a los bolsillos y echa andar. John da un par de zancadas para alcanzarlo.

El resto del trayecto hasta una pequeña bifurcación del camino lo pasan sin dirigirse la palabra. John estaba muy preocupado por lo que podrían encontrarse allí. Restos del chico, nada, Moriarty… Eso era lo peor que podría pasar. Estaban yendo a la boca del lobo. Se prometió a sí mismo proteger a Sherlock y estar con él, impedir que hiciera ninguna tontería, pero la naturaleza del detective era demasiado salvaje e independiente, algo con lo que John, por mucho que lo intentara, no podría luchar y conseguir domarlo. ‘’Vamos directos a una trampa...’’, piensa el doctor mirando de reojo a Sherlock. Esperaba poder ayudarle de ahora en adelante en lo que fuera, y a la vez protegerlo, del mundo y de él mismo.

—Algunos testigos que frecuentan el parque a las horas que pasaba Jackson por aquí aseguraron que la mayoría de las veces tomaba este camino como alternativa —explica Sherlock—. Vamos.

—Claro… ¿Se sabe algo de la familia?

—Era un chico bastante distante también dentro de casa. Por supuesto que están afligidos por la pérdida, pero el padre, según me contó Lestrade, era el menos consternado. Habría continuas discusiones en su casa, lo más seguro. Tal vez por dinero, o tal vez porque padre e hijo no se llevaban bien. Seguramente Jackson utilizaba a su padre como blanco principal para descargar tensiones, sacándolo de quicio de alguna forma. Pero eso a mí no me importa y no es relevante para el caso.

—Por supuesto. Son seres humanos con sentimientos. ¿Por qué deberían importarte? —se sentía decepcionado porque, a pesar de tantos años, seguía siendo bastante insensible con los afectados de los casos que trataba y con la gente en general. Pensaba que su influencia había hecho que se volviera aunque fuera un poco más sensible, pero ni por asomo. Nota que Sherlock agacha la cabeza, afectado por el comentario, y empieza a llevar una mano a su hombro, pero enseguida rehúsa seguir y se mete la mano dentro de la chaqueta, avergonzado por su comentario—. Me he pasado. Perdona…

El sendero cada vez se hacía más estrecho. Estaba custodiado a ambos lados por enormes chopos que entrelazaban sus ramas unos con otros en la copa, creando una especie de cúpula en el cielo y un mosaico de luces vivientes y radiantes en el suelo.

—Bonito, ¿verdad? —pregunta tímido John, intentando dejar a un lado lo brusco que había resultado antes.

—Sí. Te recuerdo que siempre he apreciado este tipo de cosas.

‘’No hace falta que me lo recuerdes. Lo sé’’. Sonríe y sigue caminando, mirando al suelo, a los diferentes puntos de luz. Por lo menos su reconocimiento y admiración por la belleza natural y el reconocerlo seguían intactos, y eso alegraba en cierto modo a John.

Llega un momento en el que Sherlock se para e impide que John continúe,  extendiendo su brazo delante de él.

— ¿Sherlock?

A su derecha, a unos seis metros de ellos, había una pequeña gruta oscura, pero en la que se distinguía una figura humana.

De entre las sombras, oyen una voz.

—Vaya, vaya. Veo que por fin te has decidido venir a jugar. Maravilloso.

John cambia el gesto de confusión por una mirada de odio hacia la oscuridad.

‘’Hijo de…’’.

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