—Dean Crowe. Mi trabajo en
solitario es Dean Crowe, segundo al mando de un grupo de mafiosos. Huyó al
norte tras ser arrestados los demás miembros de la banda por la policía y el
detective asesor Sherlock Holmes. Está en Canterbury, y será allí donde lo mataré.
Puedo hacerlo —Eli estaba hablando con su reflejo, encerrada en el baño. Agacha
la cabeza un momento y suspira—. Puedes hacerlo, Elisabeth —se repite subiendo
lentamente la cabeza y mirándose de nuevo fijamente.
— ¿Eli, estás bien? —oye al otro
lado la voz de Erik, que llama a la puerta preocupado.
Durante unos instantes Eli no
aparta la mirada del espejo. Estaba segura, segura de que todo iría bien,
segura de que acabaría con el objetivo que Jim le había marcado. Pero algo
dentro de ella le decía que no. Algo dentro de ella tenía miedo. Una voz muy
familiar en su interior le decía que no estaba bien. Su madre estaba
aconsejándole que no era correcto matar. ‘’Pero
ella ya no está. Lo dijo Jim. Tengo que pensar por mí misma’’.
Pensaba por ella misma, y aun así
tenía el corazón y la mente divididos. El corazón le decía que matar nunca ha
sido una opción, que no conseguiría nada haciéndolo. Su cabeza le decía que
ahora formaba parte del mundo de Jim y que fue ella misma quien aceptó ser
instruida para ello. ‘’No puedo
retractarme de mis actos después de años de entrenamiento. Me comprometí a
ello’’. La mente fue más fuerte que el corazón. Quería a su madre, siempre
estaba en sus pensamientos, pero Eli ya era mayor para hacer lo que quisiera, y
si una parte de ella quería ir a por ese hombre, lo haría, aunque su otra mitad
llorase.
Se acerca a la puerta y quita el
pestillo, la abre lentamente y sonríe a su compañero.
—Tranquilo. Sólo necesitaba un
momento a solas.
Él le devuelve la sonrisa, más
relajado.
— ¿Seguro que no puedo ir
contigo?
—No. Es algo que tengo que hacer
sola. Es mi primer trabajo, y tú sigues en prácticas, aunque yo te vea
capacitado, pero eso es algo que decidirá Jim. Sólo puedes llevarme hasta allí
y volver aquí, ¿vale?
—De acuerdo —se acerca un poco
más a ella, como queriendo darle seguridad, protección y apoyo sin palabras,
sólo con su imponente presencia. La chica se queda en el sitio, y nota cómo se
le eriza el bello al notarlo tan cerca, mirando sus hipnotizantes ojos—. ¿Lo
tienes todo?
—Sí —responde Eli con un susurro
sin apartar sus ojos de los de él.
Recorre la habitación con la
mirada y ve encima de la cama su bolsa con los utensilios necesarios y otros
innecesarios para dar el pego por si acaso, aunque los mínimos. Erik iba a
acompañarla en el viaje y luego volvería al piso. En los entrenamientos había
practicado, sobre todo ella, el teletransportarse, para que cuando fuese a por
Crowe no estuviera decaída ni demasiado mareada como la primera vez que probó
la experiencia. Cuanto mayor era la distancia que se recorría en poco tiempo,
peor era el viaje, pero se había preparado. Ahora sólo necesitaba un par de
minutos de reposo entre los brazos de Erik y sintiendo su calor para adaptarse
al nuevo entorno.
Respira profundamente una última
vez y se da la vuelta, ya con la bolsa en la mano y el abrigo puesto, para
mirarle, confiada.
—Preparada.
Erik se saca las manos de los
bolsillos y le tiende el brazo. Eli lo acepta firmemente y al instante están en
Carterbury, en un callejón no muy lejos del pub The Maidens Head. Jim le dijo
que después de la redada, Crowe se fue allí y tenía un pequeño piso franco cerca
de ese pub. Eli se toma unos minutos con los ojos cerrados y volviendo en sí
mientras Erik la abraza con fuerza.
—Ya estoy… Ya estoy bien —consigue
decir cuando nota que no tiene la vista borrosa y puede ver perfectamente.
Erik la suelta con cuidado y le
sonríe.
—Si pasa algo, ya sabes qué
hacer.
—Mantener la calma y con los pies
en la tierra.
—Aparte —le corta—. Puedo venir a
ayudarte —le tiende un pequeño collar, una correa larga de cuero negro con una
esfera color turquesa que tenía brillo propio. Le da la vuelta a Eli y le pone
el collar—. Es una piedra mágica. Se activa sólo con el tacto del que la lleva
puesta. Solamente tienes que tocarla, agarrarla con fuerza, y automáticamente
yo sabré que me necesitas y estaré en un segundo a tu lado, donde sea. ¿De
acuerdo?
Eli mira con asombro la piedra.
Era una esfera perfecta, con vida dentro de ella. Unas pequeñas motas doradas
daban vueltas continuamente, haciendo pequeñas elipses que no paraban de girar
y girar. Era como tener una parte del universo en la palma de la mano.
—Es… preciosa —dice en un
inaudible murmuro, pero Erik estaba muy cerca de ella y seguro que la había
oído—. Quiero decir… Sí, claro. ¿Cuándo termine también te… llamo con esto?
—Si lo prefieres a gastarte saldo
en el móvil, por mí perfecto.
Eli sonríe, se da media vuelta y
empieza a caminar. Al rato se da cuenta de que no se ha despedido. Al girarse,
ve que Erik todavía no se había ido. Alza la mano a modo de despedida y en la
lejanía él hace lo mismo. Erik desaparece en una neblina azul perla, y Eli
suspira y sigue su camino.
Jim consiguió las llaves de un
piso abandonado cerca de la futura escena del crimen, y fue ahí a donde se
dirigió Eli. Sólo necesitaba cambiarse de ropa y armarse con un cuchillo y una
pistola con silenciador por si acaso. El asesinato silencioso era siempre la
primera opción, pero se necesitaba un plan B, siempre. Reglas de supervivencia. ‘’ ¿Pero cómo no voy a dejar huellas? Ah,
sí, los guantes’’. No iba a usar la
técnica de interactuar antes con el objetivo. Era su primer trabajo y no quería
hacer nada mal ni arriesgarse. ‘’Ya tendré
más oportunidades de jugar en un futuro’’. Iba a lo seguro: liquidar a Dean
Crowe e irse. Cierra con llave el piso provisional y se dirige al pub. Primero
tenía que comprobar si estaba allí.
Entra y le echa un vistazo rápido
al entorno. No había mucha gente, pero el local estaba bastante concurrido para
una hora tan temprana Un sitio oscuro, con iluminación tenue, para fumadores,
por el humo que desprendían varios cigarrillos. Eli se sienta en una mesa del
fondo y pide un refresco. No tiene que esperar mucho hasta que ve entrar a
Crowe por la puerta. Era un hombre fornido, pero ella era ágil y rápida. Tenía
unos cuarenta y pocos años, más o menos de su estatura y a sus ojos tenía
cierto encanto físico. ‘’Una pena que
haya que borrarle del mapa’’. Para no levantar sospechas, Eli se queda un
rato más en el pub, pero cuando ve que Crowe parece ocupado hablando con dos
conocidos suyos y que va a tardar en irse, ella aprovecha para salir del lugar
y, sin ser vista, llegar al piso de Crowe.
El piso estaba a un par de
manzanas. Jim le había enseñado fotos, así que le fue fácil reconocerlo. Se
adentra en el pequeño porche descuidado que tenía la casa y se agacha. Antes de
ponerse los guantes, se recoge el pelo en un moño. No puede dejar ningún tipo
de pista o prueba. Coge una pinza del pelo y empieza a forzar la cerradura. Era
algo que había practicado desde hace mucho tiempo y no le resulta difícil abrir
la puerta en cuestión de segundos. No enciende luces para no dar indicios de
que alguien ha estado ahí antes que Crowe, por si pasa algún vecino o
transeúnte. La luz natural que entra por las ventanas es más que suficiente. Había
mil sitios donde esconderse, pero pocos donde acertar de lleno para realizar el
asesinato. Un paso en falso, un sitio mal escogido, y pondría en marcha el plan
B. ‘’O el C: llamar a Erik’’.
Dando una pequeña y rápida vuelta
por la casa, decide que el mejor lugar era la habitación, en el piso de arriba.
Se dirige a la segunda planta y busca el cuarto de Crowe. Cuando da con él,
esboza una amplia sonrisa. Un gran armario ocupaba una de las paredes de la
habitación. El lugar perfecto para esconderse. Además anochecía, y con un poco
de suerte Crowe estaría borracho o con pocos ánimos de encender las luces y
hacer algo antes de acostarse. Se mete en el armario, y cuchillo en mano,
espera a que el mafioso llegue a casa.
—Tranquila, Eli —en su soledad,
en esa habitación que pronto se convertiría en la escena de un crimen, empieza
a hablarse a sí misma para calmarse—. Vas bien. Todo en orden, de momento.
Entrará, se tumbará en la cama, con suerte boca abajo para poder ponerte
encima, agarrarle del pelo y rajarle la garganta, y fin del asunto. Llamas a
Erik y te vas a casa. O también podrí- —para en seco al oír una puerta chirriar
y el tintineo de unas llaves al ser depositadas encima de algún mueble.
Esperaba aferrada al cuchillo con
fervor a que Crowe subiera a la habitación. Rezaba para que no hubiera traído a
nadie con él. Tendría que matar a dos personas. Mucha responsabilidad para un
primer trabajo en solitario, y en ese caso sí necesitaría a Erik. Para alivio
de Eli, Crowe había vuelto completamente solo y con una copa de más, lo que le
facilitaba el trabajo. Era un hombre grande, así que estuviera algo indispuesto
facilitaba las cosas. Tal y como había predicho y deseado, Eli ve a Dean Crowe
derrumbarse boca abajo en la cama, sin encender luces y sin acercarse al
armario. Espera unos minutos para que el sueño empezara a dominar el pesado
cuerpo del hombre para poder entrar en escena.
Sale del armario, y sigilosa como
una serpiente acechando a un diminuto ratón, camina de puntillas hasta la cama.
Sus habilidades como grácil bailarina y sus aptitudes silenciosas eran de lo
más sobresalientes. Ya está rozando con las rodillas el borde de la cama cuando
de repente suena un teléfono móvil. ‘’Maldición’’,
piensa Eli. Se queda un segundo paralizada ante la tentativa de coger la
pistola y acabar en el acto, pero prefiere agacharse y esconderse debajo de la
cama. Crowe lanza un gruñido grave, dando a entender que efectivamente estaba
conciliando el sueño y el dichoso y repelente móvil le había despertado. Se
incorpora en la cama y empieza a caminar.
—Joder, ¿diga? … ¿Qué haces
llamando a estas horas? —por el escaso hueco que dejan las faldillas de la cama,
Eli puede verle caminar de un lado a otro mientras habla—. No, te he dicho que
no puedo. Es muy peligroso, ¿no has pensado en ello? … — ¿’’Con quién estará hablando?’’ —. Mira, no puedo salir de aquí, y
no puedo volver a la dichosa Londres. Me está buscando la policía, y el bocazas
de Sherlock Holmes les está ayudando. ¿Sabes lo que eso significa? … Exacto,
que el muy listillo podría dar conmigo con sólo olerme.
Crowe sigue hablando, pero
Elisabeth no le presta atención durante unos instantes. Sherlock Holmes. No lo
conocía, nunca lo había visto en persona, pero sabía perfectamente quién era
gracias a su madre. De pequeña le habló de un niño de oscuros rizos y ojos
penetrantes color azul hielo muy inteligente, pero algo distante. ‘’Era alguien muy especial’’, le decía
su madre. ‘’Ese chico hará grandes cosas.
Es como si tuviera poderes. Puede resumirte con detalle lo que has hecho los
últimos dos días con sólo mirarte durante cinco segundos. —Eli recuerda que
su madre le narraba estas cosas con cierto tono de nostalgia, como si echara de
menos a ese chico—. Hace años que no le
veo, pero sé que es famoso y un gran detective, el mejor’’. Eli le preguntó
que por qué no volvía a contactar con él, o con su familia, si tan bueno decía
que era y tanto lo echaba de menos. Ella se limitó a sonreírle con dulzura y a
decirle: ‘’Eso ya no es posible. No puedo
hablar con él, al igual que tú no deberías intentar ponerte en su camino. Él es
un buen hombre, pero es por nuestra seguridad, cariño’’. Eli no comprendió
estas palabras hasta que su madre, en su lecho de muerte, le contó el resto de
la historia. Pero ahora Eli no quería recordar lo que le dijo ni todo lo que
implicaba, porque se enfadaba, igual que se molestó cuando Erik le preguntó
cosas sobre ella y su familia. Simplemente se dice a sí misma para no darle más
vueltas al asunto que Sherlock Holmes y todo el que estuviera relacionado con
él era un peligro para ella, y bajo ningún concepto podía entablar contacto con
él, aunque en realidad lo admiraba y soñaba con conocerlo algún día, porque
Sherlock no le había hecho nada a ella y era un hombre increíble e
inteligentísimo. ‘’Pero mi seguridad es
lo primero. No voy a conocerlo’’.
Eli vuelve de sus ensoñaciones
con el detective asesor más famoso del mundo cuando nota que Crowe eleva el
tono de su voz repentinamente. Estaba de espaldas a la cama, de espaldas a
ella. Era su oportunidad; Crowe seguía hablando cuando ella salió de debajo de
la cama con el cuchillo firmemente agarrado. Intentaba no mover ni un solo dedo
para no hacer ruido con los guantes elásticos que llevaba.
—De acuerdo, pero no insistas más
en que vuelva. Encárgate tú del trabajo antes de que vayan a por ti también. El
chico murió, los del grupo han sido detenidos, y yo estoy exiliado, y quién
sabe si vendrán también a por mí quien sea, o la policía o Moriarty. Así que o
sigues con lo tuyo o estás acabado, Foster.
A pesar de ese espejo que Dean
Crowe tiene delante de él, no ve venir nada, porque Eli ya había visto que el
espejo podía ser peligroso, pero se esconde bien a sus espaldas para que no
fuera vista hasta el último momento. Eli deja que cuelgue del todo el teléfono
antes de abalanzarse sobre sus espaldas, agarrarle con una mano fuerte la boca
para que no gritara y posar un segundo el cuchillo en su cuello antes de
empezar a desgarrar la piel con un corte horizontal y perfectamente trazado,
con una rapidez tal que la sangre no salió despavorida, sino que formó una
cascada oscura y pegajosa después de escupir un poco de sangre hacia delante y
manchar el espejo y parte de la pared. Crowe cae de rodillas al suelo. Eli le
suelta y oye unos pequeños murmullos de un hombre a punto de morir y que sólo
se pregunta el porqué de aquello o maldice al bastardo que le ha rebanado el
cuello. Eli es la única que ve en medio de la oscuridad más sobrecogedora cómo
la última chispa de vitalidad de Crowe se ahoga en su propia sangre, besando
con labios ensangrentados el suelo y con los ojos abiertos de par en par.
Suspira. Estaba un poco sudorosa
por la subida de adrenalina que había experimentado en su interior. Observa el
cuerpo inerte impasible, sin ninguna expresión en el rostro, ni alegre, ni
triste, ni sádica. De pronto tiene un pequeño tic en el ojo, que le hace
entrecerrarlo un par de veces. Tensa todos los músculos de su cuerpo. ‘’Tic... Las pastillas, ya’’. Eli era
consciente de su problema de pérdida de memoria extrema y las consecuencias que
conllevaba, unas consecuencias desconocidas para ella misma, ya que perdía el
control total de su cuerpo y era capaz de hacer cualquier cosa, así que tenía
que tomarse unas pastillas especiales lo antes posible.
Se saca de debajo de la camisa el
colgante que Erik le había dado y aprieta con fuerza entre sus manos la piedra.
Al instante, Erik aparece detrás de ella.
— ¿Estás bien? —pregunta nervioso.
—Sí, sí. Mira —le señala con el
cuchillo ensangrentado el cuerpo de Crowe en el suelo—. Está muerto. Tienes que
llevarme al piso donde he dejado mi bolsa, ya.
Erik extiende el brazo y Eli se
abraza a él. El trayecto de teletransporte era corto, así que estaba bien nada
más llegar a su habitación provisional. Corre hacia la cama donde había dejado
la bolsa y empieza a rebuscar por los bolsillos exteriores el bote de pastillas
y una botella de agua. Saca dos diferentes, una rosa y otra amarilla, se las
mete en la boca y bebe. Eran unas pastillas muy fuertes; el efecto relajante
que causaban actuaba con rapidez en el cuerpo, impidiendo con las hormonas se
acelerasen y le incitasen a actuar de manera descontrolada. Cuanto más nerviosa
estaba, el efecto de las pastillas era más rápido. A veces sentía que iba a tener
un brote y se tomaba las pastillas, pero era falsas alarmas y no caía rendida
después de tomarse la medicación. Respira profundamente y relajada ante la
mirada de sorpresa que le ofrece Erik. ''No
le conté nada de esto. Me pedirá explicaciones’’.
—Ahora no puedo explicártelo,
pero lo haré. El efecto de estas pastillas es rápido. Necesito una cama, mi
cama. ¿Podemos irnos?
—Por supuesto —Erik se había
acercado hasta el borde de la cama donde se había sentado Eli y estaba enfrente
de ella de rodillas. Se incorpora y le coge de las manos, atrayéndola a él. Eli
notaba que ya no tenía tics ni temblaba, y sonríe satisfecha por haber podido
tomarse las pastillas a tiempo y por haber realizado su primer trabajo bien.
Pero también estaba preocupada. ‘’Si esto
va a pasar cada vez que tengo que matar, va a ser difícil. Aunque puede que
haya sido por ser la primera vez’’. Deja caer sobre el pecho de Erik su
cabeza, exhausta, y espera a que Erik comience el viaje. Las pastillas ya le
empezaban a hacer un poco de efecto. Erik la abraza con más fuerza cuando ya
están en su habitación y deja caer a los pies de la cama de Eli la bolsa. Le
deshace con cuidado de no hacerle daño el moño del pelo y le habla flojito—. Ya
hemos llegado. ¿Eli?
Estaba dormida. El viaje y las
pastillas habían hecho doble efecto y la habían desgastado del todo. Erik la
coge en volandas y la mete en la cama.
Al día siguiente, cuando ya
estaba mejor y descansada, Jim se pasó por casa para darle la enhorabuena.; la
policía estaba aumentando el perímetro de busca de Dean Crowe. Pasarían unos
días hasta que llegaran a Canterbury e inspeccionaran la zona hasta dar con el
cadáver. Eli se alegró de saber que había hecho bien su trabajo y de que Jim
estuviera contento.
De todas maneras, algo en el
interior de Elisabeth estaba intranquilo. Saltaba, le daba pinchados, pero no
en la cabeza, que habría significado que necesitaría tomarse las pastillas,
sino en el corazón. Su corazón intentaba decirle algo. ¿Había hecho mal en
matar a ese hombre? ¿Tenía que haber dicho que no a Jim? No sabía que era.
Los días siguientes, Eli
descubrió que los nervios, los sofocos y los pinchados disminuían gracias a
bailar. La prueba para El Lago de los
Cisnes estaba al caer.; quedaban dos semanas, y Eli seguía siendo tan
sobresaliente aun con su corazón acusador intentando decirle algo. Pero bailar
sobre el escenario o simplemente repasar en casa los detalles más pequeños
hacían que estuviera más tranquila. ‘’Son
imaginaciones tuyas, Eli, por tu primer trabajo. Ya te acostumbrarás’’. Aun
así por las noches, en un momento en el que no podía bailar, el sueño era
incapaz de invadir su cuerpo y su mente, y se pasaba noches en vela hasta
tarde. Eran escasas las horas que a veces dormía. Las infusiones para dormir
sólo le permitían dormirse unas dos o tres horas antes, pero no era suficiente.
No sabía qué hacer para conseguir dormir o para calmar sus nervios.
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