viernes, 3 de mayo de 2013

You want my confidence. I want yours (Irene, 4)

— ¿Kate? —pregunta elevando la voz y canturreando. Consigue dar con ella en la cocina; estaba preparando el desayuno—. Hoy tenemos visita.

— ¿El señor Moriarty, otra vez?

—No —se echa a reír—. Recuerda: Jim no avisa nunca cuando viene. A este le he invitado yo.

— ¿Y quién es? —pregunta Kate curiosa mientras se da la vuelta, dejando desatendido el té un segundo para mirar a su jefa.

—Sherlock Holmes.

— ¿No dijo usted que quedaría con el señor Holmes siempre en algún restaurante? ¿Vendrá el doctor Watson con él?

—No, tranquila —se acerca a ella y le pone unos mechones de su precioso cabello llameante detrás de la oreja—. Johnny no va a venir. Y sí, se suponía que cuando quedara con Sherlock sería fuera, pero hoy no me apetece salir.

—Oh…

Irene ladea la cabeza.

—No te preocupes. No pretendo llevármelo a la cama a no ser que él quiera, y créeme, no querrá —le da un pequeño pero dulce beso en los labios y sale de la cocina—. Y háblame de tú cuando estemos solas, ya te lo he dicho más de una vez —dice mientras sube las escaleras.

Quedaba mucho hasta que Sherlock llegara a casa, así que se da un placentero baño y al terminar se tumba en la cama a leer algo. Esta era su segunda y puede que última oportunidad de intentar confirmar esa pequeña alianza. Se suponía que la respuesta de Sherlock fue un sí, pero estaba un poco borracho, y a Irene no le gustaba dejar nada a medias, así que debía asegurarse. Por otro lado rezaba para que Jim no se presentara en casa mientras Sherlock estaba allí. Sería su perdición.

Necesitaba ese acuerdo con Sherlock. Necesitaba seguridad, a pesar de que ya contaba con la de Jim, pero la seguridad que le ofrecería Sherlock era más protectora, más cercana. Iba a jugar a dos bandas, al bien y al mal por igual, y podría costarle caro si el mal se enteraba de que estaba coqueteando con el bien. ‘’Debo ir con cuidado…’’.

— ¿Irene? —la dulce voz de su compañera hace que se incorpore de la cama y deje de darle vueltas al asunto. Se asoma por las escaleras—. ¿A qué hora llegará el señor Holmes? ¿Preparo algo?

—Dentro de media hora. Haz un té y saca algún aperitivo para acompañarlo.

Kate desaparece y ella se introduce en su habitación. Busca algo sencillo que ponerse. ‘’Podría no ponerme nada, pero esta vez no es necesario’’, piensa esbozando una coqueta sonrisita. Coge un vestido azul marino de corte sencillo y mangas francesas y los tacones negros y baja a sentarse en el sofá del salón a esperar a que el detective hiciera su entrada.

Por fin es la hora e Irene oye el timbre. Kate se aproxima a la puerta.

—Buenas tardes, señor Holmes —se hace a un lado y extiende el brazo—. La señorita Adler le espera en el salón. Por favor —le invita a pasar, y cuando Sherlock entra, cierra la puerta y le acompaña hasta el salón—. Enseguida traigo el té —dice antes de dirigirse a la cocina.

—Sherlock —dice Irene en un suspiro mientras se levanta y se cruza de brazos—. Es un inmenso placer que hayas venido.

—Todavía no sé por qué he venido ni qué tema quieres que tratemos —responde él sin moverse del sitio y sin quitarse el abrigo.

— ¿Acaso John no quería que vinieras y por eso estás de ese humor de perros?

—John no sabe que he venido. Le he dicho que… que iba al hospital un momento.

‘’Un momento. Tendrá que volver pronto. Mejor, así podemos hablar directamente sin rodeos de lo que quiero y fin del asunto’’.

—Qué pillín estás hecho escondiéndole a tu compañero que vienes a verme —enfatiza sus últimas palabras y con un gesto le ofrece sentarse con ella—. Tranquilo, no te entretendré demasiado.

Sherlock acepta sentarse y despojarse de su abrigo. Al momento entra Kate con la bandeja del té y unos cuantos pasteles.

—Mi hermano es el de los pasteles. Yo prefiero las galletas para el té.

—Ah, sí —mira a Kate con una sonrisa, como pidiéndole que trajera lo que Sherlock pedía. La chica sale e Irene coge su taza de té—. ¿Cómo le va al Hombre de Hielo?

—No sé nada de él desde que me fui a Nueva York, ni tengo intención de saber nada, por ahora. A no ser que me necesite para algún caso interesante del gobierno, no voy a hablar con él —Kate vuelve con las galletas y coge una, sonriendo agradecido.

—Sigues resentido con él, ¿verdad?

—Sí, aunque John es el que más indignado ha estado de los dos —contesta dándole un pequeño mordisco a la galleta.

‘’Claro. Le quitó lo que más quiere en el mundo. Para no estarlo’’. Irene se queda mirando un momento a su taza sin saber cómo empezar la conversación que realmente le interesaba.

Sherlock inclina la cabeza buscando sus ojos.

— ¿He venido aquí solamente para hablar de mi relación con mi hermano o…?

Irene gira rápidamente la cabeza y le mira.

— ¿Qué? Ah, no… Es que… —era de las pocas veces que dudaba al hablar. Sabía lo mucho que se estaba jugando y no sabía si era buena idea recordárselo. ‘’Pero necesito estar segura de si la primera vez que hablamos de ello lo dijo de verdad o no’’—. ¿Te acuerdas de la cena, de lo que hablamos? ¿O no te acuerdas de nada por la resaca que tuviste al día siguiente?

Sherlock suelta una pequeña risita y deja la taza en la bandeja.

—Me acuerdo —la mira fijamente—. Quieres saber si hablaba en serio.

—Sí.

—Por supuesto.

A Irene se le ilumina el rostro.

—Sólo quiero que quede claro que…

—No hace falta que aclares nada —la interrumpe Sherlock—. Quieres mi confianza. Yo quiero la tuya. Por seguridad, lo sé, siempre que sea estrictamente requerida. Supongo que el trato es factible, y aunque no estaba al cien por cien el otro día, lo dejé claro.

—Vale... —contesta ella con una pequeña sonrisa.

Se quedan un rato sin hablar, sólo con el tic tac del reloj de fondo y dándole vueltas al té.

—Hay una cosa que me gustaría saber —dice finalmente Sherlock.

— ¿El qué?

—Ahora que se supone que confiamos el uno en el otro —dice señalándose a él y luego a ella con un vago movimiento de muñeca—, creo que puedo preguntarlo. ¿Por casualidad sabes algo de Moriarty?

— ¿De Moriarty? —repite. ‘’Irene, cuidado. Estás jugando con fuego y no te conviene. Vale que confiéis el uno en el otro, pero esto es un tema delicado’’—. Puede. Depende de lo que quieras saber.

Si era un detalle insignificante, podría contárselo. Sería un punto a su favor en su relación con Sherlock y no mermaría la que tiene con Jim. Tenía miedo de Jim, mucho. Estaba a su merced, y lo mejor era no fastidiarla, porque la que saldría perdiendo sería ella.

—No sé, nada en particular. Simple curiosidad, por eso de que estando en Nueva York no he sabido nada de lo que ha pasado por aquí, y cuando me enteré de que estaba vivo también pues… Me preguntaba dónde ha estado, porque seguro que aquí no.

Irene se queda pensativa.

—No lo sé. No tuve contacto con él durante esos años. Supongo que tú hiciste tus cosas en Nueva York y él las suyas en Cardiff, que es donde creo que estuvo.

—Cardiff… —dice por lo bajo Sherlock. Irene afirma con la cabeza.

Sólo era un lugar. No le había dicho nada más, y no era un detalle que si Jim se enterara le afectara mucho. ‘’Aunque si Sherlock mantiene la boca cerrada, mejor’’. Además era simple curiosidad, igual que la que tuvo Jim cuando le pidió que quedara con el detective. Era ese estúpido juego que ambos tenían que no significaba nada.

Mira el reloj encima de la chimenea y le mira.

— ¿Ves? No ha sido para tanto. Sólo era eso. Necesitaba estar segura de esto. Ya puedes volver con John a vuestro nidito.

Sherlock se le queda mirando un segundo antes de entornar los ojos mientras se levanta y se pone el abrigo.

—Sí, claro. Tengo cosas que analizar, que investigar… que resolver —le mira sugestivamente antes de salir del salón.

Irene se sorprende hasta que cae en la cuenta. ‘’Lo siento, querido, pero yo no voy a decirte nada. Debes averiguarlo tú solito. Esa nota es un ejercicio mental, así que esfuérzate un poco’’.

—No te preocupes, y tómate tu tiempo —dice siguiendo el hilo de la conversación del detective, una indirecta bastante cantosa—. Hasta la próxima, Sherlock Holmes.

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